Paco Arévalo todavía está sensible. Es normal, Elena, su compañera durante toda la vida, hace tan solo un mes y medio que no está. Falleció cuando el humorista estaba de actuación en Ciudad Real, y al enterarse de la noticia él y Bertín, su gran amigo y con el que compartía función, pusieron rumbo a Valencia para darle el último adiós. Por tanto, es normal que se emocione al recordarla pues para él, ella significaba todo. “Era mi mujer, mi madre, mi padre… era todo para mí”.

Elena llevaba años enferma. Unos años en los que su marido siempre estuvo a su lado, sacándole una sonrisa cada vez que le daban malas noticias los médicos o cuando las fuerzas flaqueaban. Ella había estado ahí para él y ahora le tocaba a él cumplir.

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Juntos desde que cumplieron los 17 años, se tuvieron que casar porque se habían quedado embarazados. Le tocó a Arévalo explicar la situación a su suegro, un hombre de lo más religioso y chapado a la antigua. Él y Elena fueron padres de 4 hijos, y antes de que la enfermedad de ella les asestase la puñalada más dolorosa, la vida se encargó de ponerlos a prueba dos veces más. La primera ocurrió cuando falleció uno de sus hijos con solo un mes y medio de vida, y la segunda cuando falleció otro de sus hijos, Kike, con tan solo 27 años. Desde entonces, y tal y como le recomendó Gila, antes de actuar siempre besa una foto de él que lleva consigo.

Arévalo y Elena fueron padres de dos hijos más, Paco y Nuria. El primero trabaja con su padre y la segunda sufre una llamada enfermedad rara, el Síndrome de Williams, que ha afectado a su desarrollo. Está muy orgulloso de los dos, y solo tiene palabras de cariño y amor para ellos.

Los momentos más duros han venido provocados por el cáncer de Elena. “Yo la llevaba a la quimio y estaba con ella. Lo hemos pasado muy mal. Al cabo de tres años le dan el alta y resulta que se le subió a la cabeza y no hubo nada que hacer”, recuerda. “El último año y pico, he llorado tanto. Cuando sabes que ya se va a ir. Se fue en silencio, sin darse cuenta y con la sonrisa (…) He estado todos los días durmiendo con ella cogiéndole la mano y dándole muchos besos, todos los besos que me hubiese gustado darle y más”.

No ha sido fácil la vida para el cómico, pero aún con todo y con esto, siempre ha sabido mirarla desde el lado positivo, y su sentido del humor ha sido el mejor escudo que podría haberse fabricado.

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