Hace un mes, el 7 de septiembre, fallecía la inigualable María Jiménez a los 73 años. La cantante llevaba muchos años luchando contra un cáncer que se volvió imposible de vencer. Su marcha era un doloroso golpe para familiares, amigos y seguidores de su obra y trabajo, que quisieron despedirla en Triana con un funeral lleno de arte y pasión, como era ella. Y es que un paseo en carruaje, incienso y música en directo era lo mínimo que una artista como María se merecía.
Su muerte ha dejado huérfanos a muchos aficionados de la música, pero es en Alejandro Sancho, su único hijo, donde su ausencia se hace más profunda. Alejandro tuvo que enterrar a una madre icónica y legendaria a la que estaba muy unido. Un hueco que no es fácil de sobrellevar, pero que Alejandro intenta seguir adelante con su vida. Un mes después, el joven se ha sincerado como nunca en una entrevista para 'ABC sobre cómo ha sido perder a su madre y qué ha sentido.
"Estoy de subidón y bajón, como en una noria", comienza diciendo Alejandro, refiriéndose a que hay días que "estoy fuerte, pero luego me pongo a llorar en cuanto cojo un periódico o veo el telediario". Perder a una madre es un momento confuso, donde emociones y sentimientos agrios y dolorosos se entremezclan con las ganas de seguir adelante. "Estoy con mis niños, centrándome en mi familia ya que ahora somos cuatro, porque mi segundo pilar se me ha ido y me siento muy triste", ha reconocido Sancho en el citado medio, refiriéndose a su madre. Y es que su familia es para él su piedra angular, su columna vertebral, "lo más importante".
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Un elemento que le ayuda a centrarse es dedicarse en cuerpo y alma a la fundación que María Jiménez creo para las víctimas de violencia de género. "Tengo muchas ganas de seguir con la labor de mi madre y ayudar para que las próximas generaciones conozcan su historia. Esa es mi misión", ha asegurado. Un objetivo que cumplir y una herencia de la personalidad y valores de María, que jamás dejo de luchar para hacer valer los derechos de las mujeres y defender la injusticias que ella misma había vivido en sus propias carnes.
La casa de Chiclana de María Jiménez, la herencia que Alejandro Sancho
Pero no es la única herencia que la famosa cantante deja tras de sí. Su casa de Chiclana de la Frontera, Cádiz, donde pasó sus últimos años, ha pasado a manos de Alejandro, que ha confesado no saber que hacer aún con ella porque ha sido todo muy reciente. "No lo sé todavía porque vivimos en Toledo y ahora mismo no podría sacar a los niños del colegio en pleno curso escolar", ha expresado, muy racional. Eso no quiere decir que descarte vivir allí en algún momento, pero por ahora "estamos planteándonos todas las opciones".
No solo eso. Esa vivienda está repleta de recuerdos con María que, inevitablemente, generan una sensación agridulce. "Estos días he vuelto a Chiclana y te aseguro que fue muy difícil entrar en la casa. Para romper el hielo abrí dos o tres botellas de champán con idea de resetear, pero es muy difícil estar en una casa vacía", ha contado, muy honesto sobre cómo hizo frente a ese difícil momento. Y es que María Jiménez era una fuera de la naturaleza que llenaba cualquier estancia en la que se encontrara. "Aunque mi madre ya sólo podía estar tumbada en la cama llenaba tanto y daba mucha tranquilidad, justo lo que me dice mi mujer, que tenerla ahí nos daba mucha paz", ha explicado en esa entrevista.
Esta casa fue el hogar de María desde 2003. Situado en la urbanización San Andrés Golf, este inmueble fue para la artista un lugar donde refugiarse y aislarse de las penurias que aparecían en su vida. Un templo pintado en colores llamativos, de una sola planta y decoración barroca, lleno de elementos como techos con telas, arcos árabes u objetos antiguos y diferentes que no eran sino una extensión de la personalidad de María. Fuerte, atrevida y alegre, la casa de Chiclana es la expresión más pura de quién fue esta inigualable artista.
Alejandro Sancho y María Jiménez, madre e hijo que fueron compañeros de vida
En 1983, María Jiménez conoció al que sería su compañero de vida más fiel. Alejandro Sancho llegaba al mundo, fruto de su relación con Pepe Sancho. Un hijo que se convertiría en su motor de vida tras la muerte de su hija Rocío, en 1985, en un fatídico accidente de tráfico. Sancho se quedo a su lado en todos los momentos de su vida y se posicionó públicamente a su favor tras salir a la luz el infierno que la cantante había vivido.
De esta manera, Alejandro y María fueron el dúo más unido y compenetrado de los que había en la época. Entre ellos no había secretos ni maldades. Solo una madre y un hijo que se ayudaban a capear los temporales de la vida. Es por eso que Alejandro tiene claro que no le quedó nada por conversar con ella. "Hemos hablado de todo. La tengo ahora muy presente para no cometer errores y te aseguro que la siento tan cerca que noto cómo me dice lo que es correcto que haga y me evita hacer cosas feas o malas o escuchar al diablo", ha contado en la entrevista de 'ABC'.