Separarme de Alejandro Rubio probablemente no fue lo más acertado

De alguna manera, Alejandro sigue siendo el hombre más importante de mi vida, porque con él he tenido lo más importante de mi vida: mi hija, Alejandra. El próximo mes de febrero se cumplirán diecinueve años de nuestra separación, pero es maravilloso que yo siga reconociéndole ese papel tan importante en mi vida. ¡Llegó el día de nuestra boda! Uno de los más felices de mi vida. Al despertarme miré por la ventana y estaba jarreando en Santander. Aposté por Santander, porque allí vivía mi tío Manolo, el único hermano de mi padre, que fue mi padrino. A esta ciudad, después de Málaga, me unían muchas cosas sentimentales: veranos con mis padres y con mis primos desde pequeñita. Volviendo a la boda, tuve la fortuna de que el alcalde de entonces, Gonzalo Piñeiro, gracias a mi amigo Antonio Bañuelos, me pudiera casar en el Palacio de la Magdalena. ¡Menudo privilegio para mí! A pesar de la lluvia, salió el sol cuando me vestí de novia y no volvió a llover en todo el día. Disfrutamos de una boda maravillosa.

Alejandro es un hombre con carácter. Nos unen muchas cosas como, por ejemplo, la educación. Los dos venimos de familias con los mismos valores y creo que eso es importante en una pareja. Como anécdota, os cuento que el día antes de la boda los dos nos regalamos el mismo reloj. Él lo dejó en el poyete de una ventana del Hotel Real y alguien se lo quitó. Tuve que remover Roma con Santiago para que, al día siguiente por la mañana, pudiera tener el mismo reloj para ponérselo en la boda. Por cierto, ese reloj lo lleva mi hija, Alejandra. Cuando ella hizo la comunión pensé en regalarle algo que fuera importante para mí. ¡Ese reloj formó parte de uno de los días más importante de mi vida! Ya os dije antes que Alejandro es un hombre con carácter, pero de mí también dicen lo mismo. Creo que él tiene mucho más que yo. Los primeros años que estuvimos juntos disfrutamos mucho. 

Me costó quedarme embarazada. ¡Qué suplicio! Pensé que nunca me iba a pasar. Afortunadamente, lo conseguimos y tuvimos a Alejandra. Nunca olvidaré la cara de su padre cuando la vio. Alejandro no dejó que mi madre se quedara a dormir conmigo ningún día en el hospital. Él se bajaba al nido y no había manera de que subiera para estar conmigo. Sé que junto a su hijo, Sergio, Alejandra vino en un momento especial de la vida para los dos. Alejandra echó su primera sonrisa a su hermano, con el que tiene una magnífica relación. Después, llegaron los problemas como en todas las parejas, pero nunca nos perdimos el respeto y, gracias a eso, tenemos la relación que tenemos. Ninguno de los dos somos perfectos. Los dos contribuimos a que nuestro matrimonio no funcionara. He pensado, y él lo sabe, que si yo hubiera tenido un poco más de paciencia... En la vida tomamos decisiones y hay que aprender a vivir con ellas. En aquel momento creí que separarme era lo mejor, pero con lo que sé hoy de cómo son las relaciones, probablemente, no fue lo más acertado. No podemos reescribir nuestra historia.

Alejandro también es su familia: sus padres, sus hermanos, Dolores, Sonia, Javier, Ana, Nuria y Pepe. Me sigo sintiendo parte de esa familia y sé que ellos se sienten parte de la mía. Perder a mi suegro fue un ‘shock’, porque yo lo quería muchísimo. Le gustaba mucho bailar con mi madre y el bingo. Siempre ha tenido mi admiración como suegro y como profesional. Creó con su esfuerzo su empresa, que, actualmente, el padre de mi hija cuida con mucha dedicación y cariño. Cuando la vida me dio mi primer gran revés, Alejandro y su familia estaban ahí. Cuando él perdió a su madre, allí estaba yo. Cuando a su pareja la vida la golpeó como a mí, yo estuve ahí, porque fue lo primero que él me pidió. Cuando la vida me volvió a dar un revés, ahí estuvo él. Lo mejor es que después de tanto tiempo nos sigamos teniendo respeto y cariño. Los dos peleamos, siempre, por lo mejor para nuestra hija. Alejandro, gracias por llegar a mi vida y gracias por mantenerte en ella. Gracias por esa hija que tenemos y gracias por darme la mano cuando la necesito.