Un año ya! ¡Un año lleva Juan Carlos exiliado en Abu Dabi! Un año desde aquel 3 de agosto de 2020, cuando el que fue rey de España durante cuarenta años salió de la Zarzuela para no volver nunca más. En un par de maletas llevaba lo imprescindible y sus estancias en el palacio se quedaron, y siguen, tal como las dejó. El cuarto de los relojes, con sus rotores especiales para que se den cuerda solos, una colección muy valiosa en la que hay ejemplares de hasta un millón de euros. Las camisas colgadas por colores, los trajes de invierno, los de verano, los inmensos zapateros, los cientos de corbatas (algunas regaladas por sus amantes), la habitación especial para los uniformes... ¡Un rey en el exilio no vuelve a llevar uniforme! Su abuelo, que estuvo fuera de España desde 1931 hasta que murió, nunca volvió a lucirlo, y eso que tenía decenas que le hacía el sastre Ranz a medida, con una peculiaridad: le gustaban los pantalones muy apretados, lo que le valió el sobrenombre de Cametes (Piernecitas) en Catalunya.

Nadie se despidió de él

Juan Carlos estaba solo en esa hora tan negra de hace un año. A pesar de que la familia sabía que se iba para siempre, ¡nadie fue a despedirlo! Ni Sofía, disfrutando de sus vacaciones en Marivent; ni el hijo, en su casa, a solo diez minutos; ni sus hijas, Elena en Palma y Cristina en Bidart con su suegra. ¡Ni siquiera los nietos, a los que tanto ha favorecido! Únicamente una persona fue a rendirle homenaje, el general Sanz Roldán, amigo entrañable que había sido director del CNI. Él sí se emocionó al ver que por la puerta salía, una vez más, un rey de España rumbo al exilio. Se irguió y se llevó la mano a la sien, pero don Juan Carlos lo abrazó con torpeza y ese fue su único contacto humano. No miró atrás; según dicen, es hombre poco nostálgico. Le ha obligado su destino, porque a los 10 años, cuando vino aquí, había vivido ya en cuatro países distintos y una docena de casas, sin contar los internados.