Cuando el fin de semana la coral de Silleda, en Lalín, entonó los primeros compases de 'Anduriña' había lágrimas en muchos ojos porque el gallego Juan Pardo acababa de sufrir una delicada cirugía de corazón en el hospital Puerta de Hierro. Aunque yo creo que, desde que murió Rocío Dúrcal, su auténtico amor, su corazón no se ha recuperado.

Durante unos años lo traté bastante, era un hombre inteligente, educado, bondadoso y melancólico, que me llamaba a media noche y me contaba las desavenencias que tenía con su mujer, ex azafata del 'Un dos tres', y el cariño que sentía por sus hijas. Se estaba construyendo un pazo en Galicia, no en vano era uno de los artistas que más cobraba de la sociedad de autores, “querría retirarme a componer allí, lejos de la gente…” Yo tenía en esa época problemas matrimoniales y me dijo, “ven y cantaremos juntos”. Argüí que no sabía cantar y me sugirió con la voz enronquecida “… te enseñaré…” Y juro que esa voz no la he olvidado nunca.