Veo en el programa que presenta Bertín Osborne a Carmen Martínez Bordiú. Siempre que se habla de ella hay alguien que la aplaude porque “se ha puesto el mundo por   montera”. Qué discutible es eso. Por culpa de su abuelo y de su abuela imperó en este país una moral que castigaba a las madres solteras, a las separadas y a los gays, por poner sólo unos ejemplos. Ella se separó de Alfonso de Borbón y se largó a  una ciudad más libre, París,  para disfrutar de su amor con Rossi. Eso no es ponerse el mundo por montera. Es ser una suertuda. Bordiú no tiene ningún mérito. Sí aquellas que se separaron en esa España oscura y siniestra y pasaron de los comentarios de las vecindonas. Y compasión merecen todas aquellas que tuvieron que aguantar carros y carretas al lado de maridos insoportables por temor al qué dirán. Detestable que en el programa la Bordiú mostrara una foto de su abuelito el dictador que tenía colocada en una repisa y otra “con un cachalote que pescó en el Azor”. Abominable que en todos estos años no haya tenido la generosidad  de condenar un régimen tan nefasto para España. Muy cuestionable la tibia actitud de esta señora cuando se le pregunta por Franco. Inquietante que su aflautada voz se parezca cada vez más a la del Generalísimo. Ya no me hace gracia la Bordiú. Su discurso es tan vacío como hueco. No existe reflexión. Totalmente prescindible.