Veo en este maravilloso programa de La 2, 'Cachitos de hierro y cromo', a Jordi Évole contando que la música que se colaba por las ventanas de su habitación era la de Los Chichos, la de Bordón 4, la de Junco. Él es de Cornellá. Yo de Badalona y también escuchaba esa música de pequeño. Y a Tijeritas. Y a Camarón. Mi padre era más de Frank Pourcel  –un venerable anciano que con su orquesta versionaba canciones de ayer de hoy y de siempre–, de Richard Clayderman y de Mocedades.  Dice Évole que viendo las imágenes de los años setenta y ochenta que ponen en el programa se da cuenta de lo atrevidos que eran antes. Tiene razón. Con nuestro instinto proteccionista hemos convertido la televisión en un espacio extremadamente conservador donde la transgresión es vista como algo censurable, sorprendente. Actuaciones musicales de los ochenta no podrían emitirse hoy día en nuestra televisión. Nos hemos vuelto  más pacatos, más conservadores, más reaccionarios. En definitiva: más aburridos.