Tengo un montón de conocidos gay que se enrollan con heteros casados

2 de octubre de 2018, 15:47

Hay viernes que el cuerpo no se entera. Pero hay otros que sí que se da cuenta y te exige que te eches a las calles para intentar darle un poco de alegría. El viernes pasado fue uno de ellos, así que al terminar el programa salimos Mila, Belén Ro, Cristina y yo. Primero fuimos a Chicote, donde escuché decir a Mila que quería ir a ver a su sobrino a Polonia para, acto seguido y sin solución de continuidad, escuchar a Belén seguir la conversación de la siguiente manera: “Pues yo esta mañana he hecho un estofado”. Además, me enteré de que desayuna todos los días litro y medio de frutas, y que está aprendiendo inglés y también quiere ponerse a estudiar chino, que es algo que le va a venir muy bien para trabajar en el ‘Deluxe’.

Para poder tomar el pulso de conversaciones tan interesantes, me tomó unos cuantos daiquiris de fresa, que es lo que me cuenta Rubén que se tomaba Orson Welles: “Pero él sin azúcar, porque era diabético”. Acabáramos. Por eso están tan buenos los míos. Como de perdidos al río, cogemos un taxi para ir a Medias Puri.

El taxista, de 63 años, nos explica que hace poco se enteró de que su hermano –dos años menor– es gay porque lo vio salir pitando de un local de ambiente al que él acudió para prestar un servicio. No me quedó muy claro si el hermano gay –casado con una mujer y con hijos– salió huyendo porque se enteró de que el taxista solicitado era su hermano o no. Tengo un montón de conocidos gay que se enrollan con heteros casados. Y me cuentan que en las ferias de España, cuando el alcohol hace de las suyas, no resulta muy complicado hacerse a uno. El caso es que yo vuelvo a casa sin romperme ni mancharme: ni hetero ni gay ni viceverso que echarse al cuerpo. Pero lo que son las cosas: si antes eso me cabreaba, ahora sonrío cuando recuerdo que he salido y no me he comido un colín. Qué buena es la edad para según qué cosas.