Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Paloma San Basilio

Sufría taquicardias de felicidad cada vez que Paloma San Basilio salía por la tele

Hace muchos meses saqué dos entradas en primera fila para ver a la diva de la ópera Cecilia Bartoli en el Auditorio Nacional. No soy un entendido ni siquiera un aficionado. Las compré porque ella me gusta pero tampoco conozco en exceso su trabajo. Pensé que había comprado localidades para un recital de una hora y media y el mismo día de la representación me entero de que se va a semiescenificar 'La Cenerentola' y la duración del evento será de tres horas, descanso incluido. Me quise morir o regalar las entradas. Pero al final opté por agarrar a mi Cristina y allí que nos plantamos. Con reservas, claro. Y con miedo, porque estando en primera fila iba a ser un canteo si nos largábamos.

Pero contra todo pronóstico disfrutamos como gorrinos en un charco. Como todo el mundo que abarrotaba el Auditorio, que se volvió loco cuando la Bartoli salió a saludar. El poder de la cultura como pasaporte para la felicidad, cada día lo tengo más claro. Siempre fui un niño raro. Tanto que cuando los adolescentes de mi generación flipaban con las tetas de Marta Sánchez yo sufría taquicardias de felicidad cada vez que Paloma San Basilio salía por la tele. Sus discos me servían de evasión y de refugio. Cuando apareció el video fue peor porque mi familia tuvo que sufrir que yo no parara de poner en la tele del comedor las actuaciones y conciertos que emitían y que yo grababa en cintas y cintas de VHS. Si en mi adolescencia hubiese existido YouTube mis padres no me hubieran visto el pelo jamás. No habría salido de mi habitación más que para comer y ducharme. Esto es así. A mí la música, los libros, el cine y el teatro no sólo me han salvado la vida sino que me han hecho muy feliz. Entre una función de teatro y una noche de pasión… me quedo con la pasión, para qué nos vamos a engañar. Pero cuántas noches en las que no ha existido pasión qué bien me lo he pasado en el teatro. Creo que el secreto de esta vida radica en ser capaz de disfrutar con muchísimas cosas. Abrir el abanico del placer y que los sentidos gocen a sus anchas.

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