Solo tengo una manía, pero conforme pasan los años tengo menos claro cómo soy

28 de diciembre de 2021, 13:31

El domingo voy al Teatro Español a ver ‘En tierra extraña’, de mi Juan Carlos Rubio. Qué gusto da ver un teatro lleno. Sobre las tablas se narra un hipotético encuentro entre Concha Piquer, Federico García Lorca y Rafael de León los días previos al inicio de la Guerra Civil. Acabo la función llorando, claro, porque el texto es una absoluta maravilla. Y porque Diana Navarro está sincera como actriz y cada vez que canta te corta la respiración. Y el Lorca de Alejandro Vera es emocionante y el Rafael de León de Avelino Piedad tan vulnerable que te lo llevarías a casa. El público, claro, se vuelve loco, y luego me voy con I. a cenar a un mexicano de la zona para rematar el domingo. El restaurante está plagado de jóvenes guiris que aterrizan en Madrid para sus Erasmus. Se les ve entusiasmados. No me extraña. A ver qué ciudad del mundo tiene el ambiente que tiene Madrid un domingo por la noche. Durante la cena rememoro épocas pasadas y le cuento que en ninguna otra ciudad me lo he pasado tan bien como en esta. Pero acabamos hablando de manías. Yo le digo que la única que creo que tengo es que no me gusta que me hablen recién despertado hasta que no hayan pasado un par o tres de cafés. Hace poco estábamos en una publicidad de ‘Sálvame’ y dije que yo no me veía una persona muy difícil para convivir. Alberto se descojonó en mi cara y me quedé a cuadros. Yo me veo un santo varón, pero los demás quizás no tengan esa percepción. Lo único que tengo claro es que conforme pasan los años tengo menos claro cómo soy. Si me preguntan algo de mi personalidad me quedo en blanco y respondo: “No sé”. Cuando se escriben tantas cosas sobre uno –recordad que soy una estrella–, al final no sabes si eres como eres o como dicen que eres. Metafísica pura y dura.