El viernes por la tarde y por primera vez en la historia de ‘Sálvame’ la madre de todas las cúpulas entró por teléfono para explicar su posición ante los posibles despidos de Lydia Lozano y Terelu. La parafernalia, como todo lo que rodea a ‘Sálvame’, transitó entre la solemnidad y el frikismo más absoluto. Yo, que tengo el culo pelado de performances similares, no pude evitar emocionarme mientras escuchaba el mensaje de uno de los dos componentes de la megacúpula. Por cierto uno de mis íntimos, junto al otro miembro. Lloré al recordar los inicios del programa. Alocados, divertidos, asombrosos también porque en muy poco tiempo conseguimos conectar con el público y hacernos un hueco. Siempre digo que el éxito del ‘Sálvame’ tuvo que ver con la crisis económica que azotaba al país. La audiencia encontró en las tardes un lugar en el que acomodarse y olvidar el día a día. Funcionábamos porque acompañábamos. Ahora el país vuelve a estar en crisis, esta vez emocional. Y nuestro programa, al igual que nuestra sociedad, también está en crisis.

Nos cuesta mantener la sonrisa cuando contemplamos lo que sucede en Catalunya, cuando comprobamos que cada día todo se complica un poco más y la solución parece más lejana. Lo dije el viernes en directo: Tengo la sensación de que somos como los protagonistas de ‘Ay, Carmela’. Fuera del plató están metiendo a gente en la cárcel y nosotros seguimos con nuestro teatrillo ambulante. Y quizás tenga que ser así porque de vez en cuando la mente necesita evadirse y enfrascarse en historias que no le provoquen sufrimiento. Para todos aquellos que busquen distracción nosotros vamos a seguir ofreciéndosela. Estamos en crisis, es cierto. Pero también es verdad que el primer paso para salir de ella es reconocerlo. Y pese a que llevamos más de ocho años juntos queremos seguir otros ocho más –como mínimo– acompañando a todos aquellos que nos dejen hacerlo.