Compareció el viernes en el ‘Deluxe’ para anunciar que abandonaba ‘Sálvame’. Raquel no disfrutaba con la televisión. Saltó a la popularidad relatando los malos tratos que le infligía Chiquetete y durante mucho tiempo tuvo que soportar que esos malos tratos se pusieran en duda. Su carrera televisiva se unió posteriormente a la defensa a ultranza de Isabel Pantoja. Raquel no tenía suficiente formación académica para expresarse con propiedad en los platós y basaba la defensa de su amiga en lo emocional. Le faltaban argumentos y le sobraba visceralidad. El resultado, claro está, era devastador. La Bollo abandonaba los platós destrozada, machacada anímicamente y con la sensación de que la televisión era para ella un potro de tortura.

Quizás fuera en ‘Sálvame’ donde pudo pasar mejores ratos, pero Raquel no es una mujer esencialmente disfrutona y siempre encontraba un asunto para entonar un ‘¡ay!’ repleto de resignación cristiana. Ella entiende que va a ser más feliz sin ‘Sálvame’ y tenemos que respetar su decisión. Vivirá más tranquila porque convivirá con sus demonios en soledad, sin la presencia amplificadora de la televisión. Ella se ha cabreado muchas veces conmigo porque la he llamado lianta y es que, aunque a ella le pese, lo es. Lianta de una manera muy infantil, por temor a que la pillen en algún renuncio absurdo o pequeñito. Porque pese a que ya tiene 41 años, Raquel no ha dejado de ser una niña. Me gustaría que le fuera bien. Intuyo que ahora que no está en la tele Isabel Pantoja le levantará el castigo y le dirigirá de nuevo la palabra. Si eso se produce, Raquel no debería ser tan facilona y hacerse valer un poquito, que es una expresión que seguro que ella utiliza muchas veces.