Desde hace ya muchos años la arma cada vez que pisa un plató de televisión. Es su sello de identidad y no sólo estamos conformes con él sino que además esperamos que lo haga. La Milá critica el conflicto pero luego se siente muy cómoda nadando entre sus aguas. Por decirlo de un modo bíblico: critica la batalla en el ojo ajeno pero no ve la guerra en el suyo.
Es una mujer contradictoria y no porque el mundo la haya hecho así sino porque se ha dado cuenta de que como mejor se lo pasa es provocando. En nuestra profesión y a su edad la gente suele volverse más conservadora y bienqueda pero Mercedes ha optado por sembrar semillas de discordia para provocar debate. Prefiero a mil “Milás” que no tengan miedo al que dirán en vez de a una señora que no se moje y pretenda vivir de rentas.

Mercedes sigue saliendo a los platós con la convicción de que se la juega. Entiende como pocas las reglas de la televisión y sabe que en nuestro negocio, y más ahora, un pasado brillante no te asegura un presente acomodado. Y ya no hablemos del futuro porque en nuestra profesión eso no existe. Cuando apareció en la primera gala de GH17 para despedirse de su audiencia me quedé muy tocado porque parecía una viejecita. La vi débil, muy vulnerable y escasa de fuerzas. No estaba pasando por un buen momento y se le notaba. Pero el sábado en el Deluxe apareció rejuvenecida y con ganas de marcha. La Milá que todos conocemos. La Milá que nos gusta y que a veces nos cabrea. La Milá que nos saca de quicio y que nos deja pegados a la televisión. La Milá brillante que ha hecho historia en la televisión y que merece un programa en horario estelar para seguir dando clases de cómo manejarse en un plató.

Desconozco cómo recogerán los medios el encuentro que mantuve con ella en el Deluxe. Supongo que echarán mano de titulares como “guerra abierta entre Mercedes y Jorge Javier” o “Jorge Javier y Mercedes no se soportan” . No hagáis caso. La respeto y la quiero y me consta que ella siente lo mismo por mí. Ahora sólo me falta organizar un encuentro entre ella y mi amiga Mila para que limen asperezas y entierren esa absurda hacha de guerra que las separa porque, mal que les pese a las dos, tienen más puntos en común de los que les gustaría.