Domingo por la mañana. Qué mal he dormido. He tenido pesadillas con la audiencia de ‘Sábado Deluxe’. Soñaba que teníamos un 7, que si bien es verdad que es mi número preferido como dato es un desastre. A las diez menos cuarto de la mañana ya estoy con el móvil en la mano esperando el dato. Los domingos la audiencia sale a las diez. Qué mal se pasa durante esos momentos previos. A las diez en punto, una alegría: nos estrenamos siendo líderes. Bien, pero sé que el próximo domingo a estas horas también estaré desquiciado. Es lo que toca hasta que el programa se afiance en su nueva ubicación.

Me quedo muy tocado con la entrevista de Alonso Caparrós. Durante el rato que estuvimos charlando los dos solos hizo todo lo posible para no romper a llorar. Cuántos años luchando contra una adicción, cuánto dolor acumulado, cómo lo debió pasar esa familia. El momento que más me impresionó fue cuando explicó cómo después de un pasote lo llevaron al hospital y vio cómo preparaban una camilla con todos los elementos para prevenir un infarto. Alonso Caparrós fue el mito erótico de muchos amigos míos. Tenía pinta de ser el típico canalla que te llevaba por el camino de la amargura. Hoy es un hombre que parece derretirse por un abrazo exento de morbo.