Lo tenía todo para meterse al público en el bolsillo. Lo principal: su candidez frente a la proverbial soberbia de su madre. Además, se deslizaban tales historias sobre su niñez en Cantora que parecían extraídas de un catálogo de los horrores. A su lado, Oliver Twist parecía un pijo de La Moraleja. Caló el mensaje de que Isa P. había sido una niña desdichada que no había gozado del amor incondicional del clan Pantoja como sí lo había hecho Kiko, un Pantoja de sangre.

Porque hora es de que aceptemos que Isa P. ha contribuido a fomentar la idea de que no está plenamente aceptada en el universo pantojil por su condición de adoptada. No recuerdo que haya cortado de manera tajante cualquier especulación sobre este asunto. La niña se ha movido como pez en el agua en el terreno de las insinuaciones y las especulaciones. Ha largado lo que ha creído conveniente para mitificar su aura de victimismo. Yo me la creí siempre a pies juntillas. Me cayó bien desde el momento en el que la conocí, y me sigue cayendo muy bien, qué le vamos a hacer. Pero hay algo ya que está empezando a dejar de colar. Isa P. se está revelando como una niña caprichosa que no duda en arrasar lo que se le ponga por delante para satisfacer cualquiera de sus deseos.

Está muy bien que intente hacer lo que le dé la gana. Faltaría más. Si a sus años no luchamos por vivir en libertad, mal vamos. Pero Isa P. tiene que empezar a darse cuenta de que el cuento –o el chollo– se le está acabando. Pantoja madre se ha manifestado a través de Raquel Bollo y ha dicho que hasta aquí. Que la niña deje ya de hacerse la víctima porque esa historia ya huele a pescado congelado.

Las atinadas palabras de Pantoja, que normalmente mete la pata cuando habla, dan un giro a la historia. Madre Pantoja acaba de pegar un zapatazo en el suelo y ha puesto a su hija en la picota. Y según parece, con toda la razón. Quizás debería haberlo hecho antes, pero nunca es tarde si la hostia de realidad es buena. Isa P. debería empezar a pensar en recoger velas una temporada, retirarse a sus aposentos de invierno y ponerse a hacer algo productivo. Visto lo visto y leídas las criticas, a poder ser que no tenga que ver con el mundo artístico. Por cierto: no hace falta que Kiko Rivera avive el fuego contra su hermana. Se está carbonizando ella solita.