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Viajo el jueves a Barcelona para promocionar ‘Último verano de juventud’. Me gusta volver, pasear por las calles que pateé durante los años que viví allí, recordar episodios. Me reencuentro con Helena García Melero, una de las presentadoras estrella de TV3. Helena conduce el magacine de las tardes y es una profesional divertidísima, simpática, muy cercana. Paso un rato muy agradable con ella y al final de la entrevista me pregunta por lo que está sucediendo en Catalunya. Por la mañana también me lo han preguntado Mónica Terribas y un compañero del ‘Diari Sport’. Mi respuesta es la misma para los tres: me entristece pensar en el tiempo que ambos bandos están perdiendo discutiendo. El enfrentamiento está durando demasiado. Y lo que es peor es que ya no existe solución posible porque ninguno quiere escuchar al otro. Viví en Barcelona veinticinco años y llevo veinte en Madrid. Fui y soy feliz en ambas ciudades. No entiendo cómo los políticos actúan con este asunto de una manera tan egoísta. No les importa el bien común, ya sólo les interesa de qué manera pueden sacar provecho electoral a todo este proceso. Por la tarde, un chico de apenas doce años se presenta en la Casa del Libro para que le firme el libro. Tiene desparpajo y un poquito de morro pero en buen plan. Por la manera en la que se dirige a mí advierto que será gay. Y advierto también que para él eso ya no será ningún problema. Vuelvo a Madrid un pelín nostálgico porque en el AVE aprovecho para recordar lo bien que me lo he pasado almorzando con mi familia.