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Sucedió hace veinte años, cuando yo estaba trabajando en Antena 3. Coincidí con Bárbara Rey en maquillaje y le dije: “Hola, reina”. Sin doble sentido –lo juro–. Lo de “reina” es algo que se dice mucho en Catalunya, y yo estaba recién aterrizado en Madrid. O sea, que tampoco es que yo conociera de mucho a Bárbara. Ante mi asombro, la totanera me miró, y con su peculiar voz, muy lentamente, me dijo: “Pues yo podría llevar mejor que otras ese título”. Hace años, el testimonio de Bárbara Rey valía muchísimo dinero. Con el paso de los años, se ha devaluado porque la historia la conoce tanta gente que no es imprescindible su versión. Le pasa lo mismo que a Pantoja, que no hace falta que hable ella para rellenar programas sobre su persona. Escribo, ahora sí, desde una playa paradisíaca del Índico. Ayer domingo P. se cogió un rebote porque llovió. Yo opté por cantar bajito y disfrutar del ruido del agua contra los cristales. Precioso.