Después de un año intentándolo quedo con Jesús Calleja y María Ruiz —su socia y amiga— en Fornells. Viajé con ellos a Polinesia y desde entonces tenemos una relación muy estrecha aunque nos vemos menos de lo que querríamos. María nos saca a pasear en su lancha y pasamos un día muy entretenido. Nos ponemos al tanto de nuestras vidas y nos echamos risas atrasadas y presentes, de ayer, de hoy y de siempre. Por la noche se une a cenar Mercedes Milá y aquello ya es el despiporre. Cuando aparece se me ocurre decirle: "Qué buena pinta tienes" y ella me responde rotunda: "Yo siempre he tenido buena pinta, querido". O sea, que la primera en la frente.

La cena transcurre entre carcajadas debidas en buena parte a Calleja, que se encuentra en estado de gracia y consigue que nos descojonemos con cada uno de sus comentarios. La Milá le declara su amor y él se esponja como una galleta bañada en leche. Han hecho muy buenas migas. Contempla divertida la escena María, la socia de Jesús, una de las mentes más lúcidas que conozco dentro de este absurdo mundo de la televisión. Jesús tiene suerte de contar con ella.

Al finalizar la cena, Mercedes se ofrece a llevarme a casa en su coche. Yo le digo que agradezco su invitación pero que prefiero coger un taxi porque no tengo ni idea del lugar en el que vivo, pero ella se empeña y yo no me resisto. Al final sucede lo que me temía: que acabamos dando unas cuantas vueltas de más. Yo me muero de vergüenza porque no sé qué hacer para indicarle, pero ella resuelve la papeleta como una campeona: con paciencia y buen humor. Quizás haya gente que piense que el tiempo que pasamos en el coche —más de una hora larga— no dejamos de hablar de 'GH', pero lo cierto es que el tema no se toca en ningún momento. 'GH' es una asignatura superada para los dos y nos dedicamos a contarnos cosas de nuestras vidas. Íntimas y personales. Si no de amigos, sí de dos personas que se tienen mucha confianza. Y, por mi parte, admiración y muchísimo cariño. Más importante lo segundo que lo primero.