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Viernes 18.40 de la tarde. Me acabo de despertar atontolinado vivo de una siesta kilométrica. Antes de irme a dormir Facebook me ha recordado una foto que me tomaron hace cinco años con Cartago en un acto benéfico de BAAS Galgo. Me ha costado verla. Como otra fotografía que la asociación ha publicado de tres galgos que han sido rescatados de un pozo. Un cazador se deshizo de ellos porque ya no le servían. O aquella otra tomada de noche en una residencia de la misma sociedad en la que se ven los ojos brillantes de los perros mirando a los cuidadores que parten para sus casas, deseando tanto los unos como los otros que la noche pase pronto y puedan reencontrarse pronto. El caso es que tanto pensar en perros me ha revolucionado el inconsciente mientras dormía y he acabado soñando hasta con Pronto, un cocker que vivió con mi madre cerca de quince años. ¡Hacía tanto que no soñaba con él! Llegan las Navidades y en muchas casas se regalarán mascotas, cachorros preciosos que se convertirán en elementos molestos cuando cumplan algunos años. Aterra pensar cuántos de ellos acabarán abandonados en una carretera o, en el mejor los casos, en una perrera.