En la función hacemos un guiño a Betty y quiere el destino que la mismísima artista venga al estreno. Quién le iba a decir a ese niño que se fue a la cama triste porque quedó segunda en Eurovisión que al cabo de los años compartiría escenario con ella. Porque Betty, por aclamación popular, tuvo que subir al escenario y el teatro se vino abajo. Al finalizar, la compañía y amigos nos fuimos a celebrar que por fin habíamos estrenado. Abrumado por las muestras de cariño recibidas. Contento por cómo había salido todo. Feliz por estar rodeado de gente querida. Daban ganas de que se parara el tiempo. Que todo siguiera así durante días, noches. Semanas. Meses. Incluso años. Se me acerca el marido de Betty Missiego y me dice que su mujer quiere cantarle algo a mi madre. Se sientan juntas y Betty se arranca a cantarle ‘Inolvidable’. La gente se va acercando y contempla la actuación en silencio. Anonadada, quizás. Qué rara es la vida a veces. Qué imprevisible. Encierro a cal y canto esa imagen en el compartimento de mis recuerdos. No quiero olvidarla nunca.