Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Belén Esteban

Me declaro pro Belén

Belén volvió a dejar claro el sábado por la noche que es puro oro televisivo. Intentó pedir perdón, pero no le salió, hecho que no solo no la denigra sino que le permite coger todavía más relevancia en el olimpo de los diamantes televisivos. Luego, hay mucha quincalla que la critica, pero no hay que darle mayor importancia. Hace mucho ruido pero es barata. Perecedera. Naturaleza muerta.

El sábado, Belén podría haber optado por quedar bien ante la audiencia, pero prefirió contar lo que sentía -del verbo SENTIR- y no impostar. Eso es lo que la distingue de los demás: la verdad. Que no es que sea la verdad verdadera, pero es la suya. Preparen las hostias que allá voy: me declaro pro Belén. La parte contraria -y no estrictamente la Campanario- desprende un cierto tufillo cutre aunque muestre sus interioridades en una revista de aparente postín.

El sábado me reencuentro también con Alba Carrillo, mi desquiciada favorita. En los descansos comparto con ella sandía, que me traigo de casa, y aprovechamos para ponernos al día de tres o cuatro chismes. Es una loca peligrosa, pero muy divertida, qué le vamos a hacer. El sábado llegó, vio y venció. Si se lo monta bien, tiene cuerda para rato. Yo le aconsejé que, por si acaso, ahorrara, y me acordé de aquella vez que Iñaki Gabilondo me dijo lo mismo en el descanso de una ópera en el Real. Cáspitas, qué mayor soy.

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