Cuarenta y seis años son muy pocos para morir. Y más cuando la muerte se lleva por delante a una persona con una sonrisa tan limpia. Conocí muy poco a David Delfín. De vez en cuando se dejaba caer por el Deluxe acompañando a las Nancys Rubias y siempre me llamó la atención su extremada timidez. Sonreía. Sonreía siempre y se quedaba en un segundo plano para no llamar la atención. La desaparición de David Delfín deja un montón de corazones rotos y la angustiosa sensación de que una parte de ese Madrid divertido y transgresor que tanto adorábamos está comenzando a desaparecer.