Sí. Hemos llegado. Aunque cada vez que botaba un poco el avión me agarraba al asiento temiéndome lo peor.

 

Singapur. ¿Qué decir de un lugar en el que ocurren cosas como la que voy a contar? Estaba Michael Jackson en el país, alojado en el mítico Raffles, y pidió que le cerraran el zoológico para que pudiera visitarlo sin gente alrededor. Las autoridades se negaron y como premio de consolación le llevaron –previo pago, por supuesto– un elefante que colocaron en la calle a la altura de su habitación para que pudiera saludarlo. No sé si él al elefante o el elefante a él, no me quedó claro.

 

Nos ha sorprendido el país. Edificios futuristas, calles limpísimas –te multan si te pillan tirando un chicle o un papel al suelo– y ausencia de crisis. Jamás he visto en mi vida tantas tiendas de Cartier, Dior, Dolce&Gabanna, Louis Vuitton o Yves Saint Laurent juntas. Por no hablar de joyerías, perfumerías y establecimientos varios donde se venden productos inverosímiles. Y gente comprando. Y haciendo cola para entrar en restaurantes. Mientras los rusos paseaban su mala educación por las tiendas de lujo yo contribuí al crecimientos de la economía del país quitándome con cera los pelos de la nariz y los oídos en un cuchitril.

 

España nunca fue Singapur ni falta que nos hace pero cuando viajas a países así no puedes dejar de pensar cómo un país tan próspero como el nuestro está sumido en la cochambre más absoluta. Si no nos hubieran robado tanto no lo estaríamos pasando tan mal. Pero lo que más me cabrea es que no va a haber castigo para aquellos que han llevado al país al más absoluto de los cataclismos. Por muy duro que sea, no puede existir castigo para aquellos que han acabado con el futuro de tantísima gente. Veo a la infanta Cristina paseando con cara de seta agarrada al brazo de su suegra y no siento la más mínima compasión. Ni por ella ni muchísimo menos por Urdangarín. Cuando hacían lo que hacían no sólo estaban beneficiándose económicamente sino que contribuían a que la vida de muchísima gente se encaminara hacia el desastre. No debería haber paz para los malvados.