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Soy un recién llegado al mundo de las redes sociales. Quizás por eso sigue sorprendiéndome lo que sucede con ellas. Tengo Facebook y Twitter (@jjaviervazquez). Y compruebo con sorpresa que pongas el comentario que pongas hay usuarios que solo se dedican a responder para insultarte. Me cuesta entender qué extraños mecanismos rigen sus mentes. Seguir a alguien al que detestas para poder, a la primera de cambio, verter sobre él tu frustración existencial, tu bilis, tu desazón, tu hartazgo. Es un comportamiento curioso: necesitas odio para seguir alimentando el amargor que te produce tu vida. Dosis de malestar para continuar enfrentándote a lo que te rodea. Cucharadas de inquina para seguir envenenándote. No lo critico: es una opción. He llegado a la conclusión de que los personajes populares cumplimos un servicio público: seguir dando motivos para continuar a los “reventaos”. De la misma manera que no estaría escuchando continuamente una música que detesto, tampoco seguiría a un personaje que desprecio. Tenía que escribirlo. Tenía que compartirlo. Ahora, que empiece la fiesta y comiencen a caer chuzos de punta. Con sus piedras me estoy haciendo una pared infranqueable.