Isabel II de Inglaterra, como se la conoce aunque en realidad sea reina de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, además de jefe de estado de países tan dispares como Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica o las Islas Salomón, entre otros, celebró en 2012 el Jubileo de Diamantes.

O lo que es lo mismo, 60 años en el trono, porque accedió a él a la muerte de su padre, el rey Jorge VI, en 1952, aunque fue coronada el 2 de junio de 1953. Se convertía así, con 86 años, en la monarca británica más longeva de la historia, superando a Jorge III y a su tatarabuela, la reina Victoria, quien sigue siendo la que más años ha permanecido en el trono, 64. Su tataranieta también batirá ese récord si sigue reinando en septiembre de 2015.

Una reina muy querida

Minuciosa, disciplinada -sigue despachando una vez a la semana con el primer ministro del gobierno a pesar de haber reducido sus actividades por cuestiones de edad-, distante y enigmática, poco se sabe de su vida privada -al contrario de lo que ocurre con sus hijos y nietos, de los que se ha conocido detalladamente cada paso que han dado- y casi nada de lo que ocurre dentro de su residencia oficial, el Palacio de Buckingham. Y son muchos los que opinan que ahí reside el secreto de su éxito, de que sea una reina muy querida incluso por los partidarios de abolir la monarquía. Nunca se ha manifestado políticamente, se desconoce si prefiere a los laboristas o a los conservadores. Le enseñaron que ser la reina de Inglaterra consiste, precisamente, en eso: en apoyar a su país al margen de los vaivenes políticos. Y es lo que ha venido haciendo desde que con solo 10 años fue nombrada heredera del trono.

Enamorada a los 13 años

Isabel María Alejandra Windsor nació el 21 de abril de 1926 y todos la llamaron familiarmente Lilibeth. Hija del rey Jorge VI y de Isabel Bowe Lyon, la legendaria ‘reina madre’, llegó al trono con 26 años. Para entonces ya se había casado con Felipe de Edimburgo, del que se enamoró perdidamente a los 13 años tras conocerlo en la escuela naval de Dortmounth. Él era un apuesto joven de 18.

La boda, oficiada en la abadía de Westminster, se celebró el 20 de noviembre de 1947 ante 150 invitados. Isabel llevaba un vestido diseñado por Norman Hartnell con una cola de cinco metros. La joven heredera se coronó, además, siendo madre de dos hijos: Carlos (nacido en noviembre de 1948) y Ana (agosto de 1950). Después llegarían sus otros dos hijos: Andrés (febrero de 1960) y Eduardo (marzo de 1964).

Agachó la cabeza solo por Diana

El largo reinado de Isabel II, una mujer apasionada por los caballos -dicen de ella que solo se la ha visto emocionada viéndolos correr y que cada día lee las noticias sobre las carreras hípicas-, amante de los perros -ha tenido hasta 30 de la raza corgi- y que cada día hace los crucigramas de The Times, ha estado salpicado de duros y malos momentos que ha sabido llevar con elegancia y con la cabeza bien alta. De hecho, los ingleses solo la han visto agacharla una vez. Fue tras la muerte de Diana de Gales. Cuando el cortejo fúnebre pasó por delante del palacio de Buckingham, la reina inclinó la cabeza en señal de respeto ante los restos de la ‘princesa del pueblo’.

En 1979 vivió una dura experiencia. Su tío, lord Mounbatten, falleció en un atentado del IRA (Ejército Republicano Irlandes). Estaban muy unidos y su muerte provocó un gran dolor en la Reina que, sin embargo, nunca manifestó. Ni siquiera cuando en 2012 visitó Irlanda del Norte y saludó cordialmente y muy serena a su viceprimer ministro, Martin McGuinness. El político era en 1979 comandante del IRA y posiblemente una de las personas que dieron el visto bueno al atentando contra lord Mounbatten. Unos meses antes, Isabel II había dicho: “Recordaremos el pasado, pero no permitiremos que condicione nuestro futuro”.

La seguridad de la Reina ha sido puesta en cuestión en varios momentos. En 1981, durante las celebraciones de su 55 cumpleaños, sufrió un atentado. Marcus Simon le disparó seis veces. Salió ilesa, porque la pistola era de fogueo. En julio de 1982, Michael Fagan logró entrar en palacio, llegó a la habitación de Isabel y se sentó en su cama mientras dormía. Al despertar, la Reina charló con él hasta que pudo avisar a la guardia. Este incidente, además de cuestionar las medidas de seguridad, dejó claras dos cosas. Que Isabel II era una mujer fuerte y serena. Y que Fagan ha sido la única persona en el mundo capaz de romper un protocolo ancestral, porque Isabel II jamás responde cuando alguien se dirige a ella de una forma improvisada. Años más tarde, otro intruso se coló en palacio, aunque se quedó a 20 metros de la Reina, y un periodista que había falseado su currículum pudo entrar a trabajar en palacio, poniendo nuevamente en cuestión la seguridad de Isabel II.

Annus horribilis

Sin embargo, su peor año, el ‘annus horribilis’ como ella lo denominó, fue 1992. Durante ese año se divorciaron sus hijos Andrés, de Sarah Ferguson, y Ana, del capitán Mark Phillips. Además, asistió atónita a las diferencias públicas entre su hijo Carlos y Lady Di, que acabaron separándose ese mismo año. Por si fuera poco, el castillo de Windsor fue pasto de las llamas y se perdieron un buen número de obras de arte. Para rematar el año, el Parlamento decidió que la Casa Real pagara impuestos: un 40% de sus ingresos privados, aunque nada del sueldo que recibían del propio Parlamento ni de sus castillos y palacios.

Su tradicional mensaje de Navidad, por primera vez en la historia, fue personal y allí mencionó la famosa frase del año horrible. Aunque volvió a demostrar su carácter denunciado al diario The Sun por publicar sus palabras dos días antes de que ella las leyera en televisión. Los demandó por violar sus derechos de autor. No se llegó a juicio porque el diario hizo una importante donación a obras de caridad y pidió perdón.

Los malos tragos no le dieron tregua. En enero de 1993 se hicieron públicas las conversaciones entre el príncipe Carlos y su amante, y actual esposa, Camilla Parker-Bowles, de las que ha quedado para la historia la frase del heredero “me gustaría ser tu támpax”. En 1995 les pidió por carta a Carlos y Diana que se divorciaran rápidamente. Lady Di había concedido una entrevista en televisión destapando todas las intimidades de su matrimonio.

En 1996, el mismo año en el que una biografía de la Reina revelaba que había tenido un romance con Edward Spencer, padre de Diana, Carlos y Lady Di se divorciaron y la Reina la excluyó de su testamento. Los tres millones de euros que le correspondían serían para sus hijos, Guillermo y Enrique. La popularidad de Isabel II y de la Corona estaban por los suelos debido a los escándalos de los díscolos hijos de la Reina. La muerte de Diana, el 31 de agosto de 1997, acercó, paradójicamente, a la Reina y a los ingleses. Por segunda vez en la historia (la primera fue a consecuencia de la guerra del Golfo), Isabel II se dirigía a ellos a través de a televisión al margen de los discursos navideños. Y fue para expresar su dolor por la muerte de su ya exnuera y para calificarla como “un ser humano excepcional”. Los ingleses supieron entender su gesto y un año después la monarquía ya era, de nuevo, el estado preferido por los británicos.

El 2002, otro mal año

Con todo, su segundo ‘annus horribilis’ fue 2002. Murieron, en apenas unos meses, su hermana Margarita y su madre. Para entonces ya se hablaba con su hijo Carlos (no se dirigían apenas la palabra desde 1999 a causa de su relación con Camilla Parker-Bowles) y se había producido el primer encuentro entre Isabel y la que, en 2005, se convertiría en su nuera, Camilla. Pero el primer beso público a la nueva mujer de su hijo Carlos llegó en 2006.

Isabel II, supersticiosa, que llamaba a su madre cada día a las 11 en punto de la mañana, que visitó por primera vez un pub inglés en 1998 aunque no se tomó una cerveza, fan del grupo Abba e hincha del equipo de fútbol Arsenal, ha realizado hasta 2012 más de 256 viajes oficiales, ha visitado 129 países, asistido a 540 investiduras, ofrecido 91 banquetes oficiales y se ha dejado retratar 130 veces, aunque solo dos con su marido.

Personalidad original

Además de Reina, es una mujer sorprendente: se sacó el carné de camión a los 40 años, se trata la artrosis con las hierbas que le lleva su hijo Carlos, le encantan los rompecabezas y las series de televisión y es propietaria, por un privilegio del siglo XII, de todos los cisnes de su país. Y nunca ha dejado de ser ahorradora. Apaga personalmente las luces de palacio, los lunes come las sobras del domingo y ha instalado un calefactor en el salón de audiencias para no gastar tanto en calefacción. Quizá por eso tiene una fortuna que se estima en 17.380 millones de euros, donde se incluye el diamante más caro del mundo.

La Reina es un símbolo de Inglaterra y ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Aunque sigue siendo fiel a su ‘dry martini’ mezclado, pero no agitado. Algo que comparte con otro símbolo de su país: el agente secreto James Bond. Con él vivió un momento para la historia. La Reina, haciendo gala de su fino sentido del humor, llegó escoltada por 007 (el actor Daniel Craig) a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.