La relación entre Carmen Alcayde (52 años) y Montoya (31 años) nació en 'Supervivientes 2025' después de que ni la presentadora ni el que fuera concursante de 'La isla de las tentaciones' consiguieran unirse al resto del grupo. Ambos intentaron hacer piña con el resto de compañeros en Honduras, pero finalmente (y junto a Anita Williams) formaron su propia y variopinta unión.
Para muchos Carmen y Montoya no pegaban nada, pero desde un primer momento todo el mundo acusó a la colaboradora de 'Fiesta' de juntarse con la persona más mediática de la edición por interés, por ocupar más minutos de pantalla y así llegar más lejos en el reality. Un reproche del que Alcayse se ha estado defendiendo una y otra vez. De hecho, desde que se terminó el reality más extremo de Mediaset muchos han dicho que incluso les parece que la valenciana está obsesionada.
"Gracias a cada uno de vosotros por lo que habéis aportado a mi aventura, que ha sido muchísimo. Anita, eres increíble. Montoya, has sido mi concurso, has sido mi vida. Has confiado en mí y gracias a ti me lo he creído", dijo Carmen cuando fue expulsada. Unas palabras que no se han quedado ahí. Y es que Alcayde ha continuado expresando lo que siente por su excompañero.
"Sigo hablando de él porque está en los medios y porque es mi amigo y siento que tiene poca defensa. Le quiero y le espero con los brazos abiertos", dijo hace unos días Carmen en 'Europa Press'. "Es verdad que tenía muchísimas ganas de estar con él, que ya sabéis como estaba yo muy en la palapa: 'Montoya, Montoya, mi Monty'. Sigo un poco en ese 'mood', pero ya me estoy dando cuenta que necesita su espacio, su tiempo. Y cuando vuelva espero que volvamos a tener esa amistad, que igual sí, igual no", ha continuado diciendo.
"La verdad que no lo sé, espero que sí. Yo sé que me quiere mucho, que tiene ganas de estar conmigo también y todo eso. Y ojalá sea realidad, porque yo tengo muchísimas ganas de verle, pero viuda no, porque primero no ha muerto, ¿sabes? Y no soy su mujer, pero sí que soy una súper, súper amiga", ha expresado Alcayde tras las críticas de Alessandro Lequio.
Después de escucharla una y otra vez hablando sobre Montoya, la revista Lecturas se ha puesto en contacto con la psicóloga Elena Daprá, una profesional de la salud mental que ha intentado analizar los motivos por los que Carmen no para de hablar de su amigo tras su experiencia en 'Supervivientes'. "La obsesión por otra persona no suele tener que ver con el otro en sí, sino con lo que proyectamos en él. Es un fenómeno que se enmarca dentro de los procesos de apego, la regulación emocional y en algunos casos de la estructura de personalidad", comienza diciendo.
Para Elena, una obsesión afectiva surge cuando una persona fija intensamente su atención, deseo y necesidad emocional en alguien de forma desproporcionada o desadaptativa. "Este vínculo se alimenta más del anhelo, la idealización o el miedo a la pérdida que de una relación real y equilibrada", explica Daprá, que enumera lo que hay detrás de esto.
Según ella, puede ser por un "déficit en el apego emocional" (si tiene apego ansioso ha desarrollado vínculos de alta intensidad emocional y hay un miedo se no ser suficiente por lo que necesita validación), por la "idealización y vacío interno" (a veces se coloca sobre el otro la expectativa de llenar un vacío emocional y no se ama a la persona real, sino a la imagen que hemos construido de ella o por el "refuerzo intermitente", cuando el vínculo es ambivalente y se activa un mecanismo de recompensa intermitente que fortalece la fijación.
Daprá nos cuenta también que es muy posible que haya una "falta de proyecto vital propio" por la pérdida o ausencia de la vida emocional, por lo que esa obsesión aparece como un intento desesperado de recuperar el foco o por "dependencia emocional": "En los casos más extremos,puede tratarse de un trastorno de dependencia, donde la autoestima y el sentido de valía personal están condicionados por la presencia y atención del otro", nos dice.
Para que Carmen pueda superar esta "obesesión", la profesional comenta que "la clave está en devolver el foco a uno mismo". "La terapia psicológica ayuda a identificar qué heridas se están proyectando en ese vínculo, trabajar la autoestima, establecer límites internos y reconstruir un sentido de vida propio, más allá del otro. Como profesionales, no juzgamos estas vivencias, sino que las entendemos como señales de algo que necesita ser sanado", concluye.