Como un ciclón. Como un tsunami pasó Letizia por la Feria del Libro de Madrid. Veinticuatro horas después, cuando yo fui a firmar, todavía las personas presentes no salían de su asombro, “me dio tal apretón de manos que creo que me quebró algún huesecillo”, “nos costaba seguir sus pasos, tiene la zancada muy larga”, “estaban previstas tres o cuatro visitas fijas además de la de la librería Alberti, que cumple 50 años, pero ella enseguida se saltó el itinerario y fue a su aire, se paraba en las que le apetecía, obviando las grandes cadenas ¡cuanto más pequeña era la caseta, más rato le dedicaba! Hablaba con los libreros de una forma que se notaba que estaba al tanto de las últimas corrientes y novedades”.
Como la reina se ha hecho adepta al “sinbolsismo”, los 35 libros que compró se los iba dejando a sus asistentes. Cuando pregunto si ella los escogía personalmente, me dicen que en el caso de los clásicos sí, “pero la mayoría le eran ofrecidos por los libreros y ella asentía a las explicaciones, siempre con ese punto de impaciencia de querer visitar cuantos más puestos mejor en la hora que habíamos calculado para el paseo”.
Una librera me cuenta, “nos dejó boquiabiertas cuando nos dijo que había venido muchas veces a nuestra tienda, pequeña y de barrio, yo al final conseguí tartamudear que no la había visto nunca y ella me contestó con mucha soltura, es que me disfrazo un poco...”. Pero como vio que la mujer dudaba, porque en la tienda solo están dos personas, dio detalles del local y se dieron cuenta de que era cierto. Yo trato de que haga memoria “una mujer con peluca rubia, con casco de motorista, con bufanda y gorro, con mascarilla ¿no la recuerdas?”, pero mi confidente movía la cabeza con pesar, ¡no la recordaba!
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Una amiga periodista que acompañaba a la comitiva me comenta que iba vestida con sencillez, como una chica cualquiera, pero que esta impresión se desvanecía cuando la mirabas de cerca “es glamourosa como una artista de cine, va maquillada en ese estilo natural tan trabajado, las pestañas no son postizas, de ese tema estoy muy al tanto, las tiene largas y rizadas. Lo que sí llevaba eran esas extensiones con hilo tan cómodas de poner, pero no pretendía disimularlo porque se notaba perfectamente”.
Un despliegue complicado
La compañera se da cuenta de todo, “parece que vaya a su aire, pero tiene calculados todos sus movimientos, sabía perfectamente que la visita solo duraba una hora y no podía excederse porque el tiempo está calculado por los servicios de seguridad y es un despliegue muy complicado y estudiado al segundo. ¡Pues a la hora en punto cruzaba las puertas de salida! ¡Desapareció como si se evaporase!”.
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Letizia en ningún momento olvida su condición de periodista, “cuando se acerca un compañero con un micro enseguida le echa un vistazo rápido para saber de qué medio es, y, si no le conviene, se pone a hablar con alguien como si no se hubiera dado cuenta de que está allí”. Fue ella también la que quiso mezclarse con la gente y ella era la que tendía la mano, se agachaba para hablar con un niño “y de repente salía disparada hacia una caseta obligándonos a todos a ir con la lengua fuera porque no pierde la atención al entorno en ningún momento”. Se detuvo ante el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, “misteriosamente el grupo de activistas que hacen guardia para protestar contra la vivisección había desaparecido, pero estoy segura de que fue cosa de los escoltas, porque ella se hubiera parado a hablar con ellos, se nota que tiene seguridad en sí misma, que no le teme a nadie ni a nada”.
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