Federica de Grecia. La madre de Sofía. Aparecen sus diarios con gran resonancia, aunque no son nuevos del todo, ya que con ellos compuso sus memorias en 1971. En la edición inglesa, explicaba que ella y su marido eran aficionados al esoterismo, creían en la reencarnación y el poder de los espíritus, y que en estas convicciones habían educado a sus hijos.

También que ambos habían prometido contactar más allá de la muerte. Fallecido Pablo, cada día, durante una hora, Federica departía con su espíritu, que le daba consejos sobre el gobierno de su país para que se los trasmitiera a su hijo Constantino, que había heredado una corona frágil e inestable.

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No tenían mucha confianza en este chico tan poco preparado al que su hermana Irene solía llamar “el tonto de la familia”. Federica hablaba libremente de estas conversaciones de ultratumba: “¡Nadie me impedirá ayudar a la sangre de mi sangre!”, proclamaba dramáticamente a los periodistas, hasta que Franco le aconsejó callar y la obligó a suprimir estos pasajes de la edición española de sus memorias: “Sus hijos salen perjudicados con estas originalidades”.

Nuestra Sofía, ¿comparte las creencias de su madre? A estas alturas ha llevado tan discretamente su fe que no sabemos muy bien si es católica, si sigue siendo ortodoxa, si está próxima a alguna corriente de la iglesia –se contaba que acudía a las apariciones del Escorial–, si cree en los extraterrestres, si habla con el más allá o con los espíritus de los muertos… ¡Con su marido, no; eso sí lo sabemos!