James Williams, el exestratega de Google que se convirtió en filósofo: "el móvil genera grandes cantidades de dopamina, que configura la adicción en el más estricto sentido de la palabra"

¿Te cuesta concentrarte? ¿Sientes que la vida se te va sin que te des cuenta? Puede que tu atención esté en crisis, y no eres la única. El exestratega de Google, ahora filósofo, James Williams nos explica qué sucede con nuestra atención cuando nos ponemos frente a una pantalla

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializada en lifestyle y cultura

James Williams
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Algo paradójico sucede con las nuevas tecnologías. Está claro que nos han facilitado la vida en muchos sentidos, nos conectan con buena parte del mundo en un solo segundo y nos permiten recibir toneladas de información que antes nos resultaba inaccesible. Está claro que pueden ser muy beneficiosas, pero quienes realmente conocen su entramado nos advierten también de su lado oscuro.

Es el caso de James Williams, un exestratega de Google que abandonó el sector tecnológico para doctorarse en Filosofía y Ética de las tecnologías por la Universidad de Oxford. Desde que abandonó la gran tecnológica, su misión ha sido informar y divulgar para que todos entendamos qué sucede con nuestra atención en cuanto encendemos la pantalla del móvil.

Seguro que algo ya has empezado a notar: te cuesta concentrarte, duermes peor, te pican los ojos, te sientes sola… Estos son solo algunos de los síntomas derivados de lo que muchos ya han llamado “la crisis de la atención”, que aunque afecta especialmente a los más jóvenes, ya hace mella en perfiles de todas las edades. La advertencia de William al respecto es clave. Esta crisis de la atención no aleja de nuestros objetivos y metas personales, además de ser un peligro a nivel político y social. 

¿Qué es exactamente la crisis de la atención?

Aunque hemos oído hablar mucho de ella, pocos saben realmente en qué consiste. Cuando hablamos de crisis de la atención no nos referimos simplemente a que nos distraigamos con el móvil de vez en cuando. Es algo mucho más grave y profundo. La sociedad moderna ha perdido la capacidad de centrarse durante largo tiempo en un mismo objetivo, y en buena medida se debe al uso de las nuevas tecnologías.

Los teléfonos móviles, así como las redes sociales, funcionan de forma muy parecida a las máquinas tragaperras. Estas resultan adictivas, por lo que la psicología llama “refuerzo intermitente”. Metes una moneda, no hay premio. Metes otra, ¡hay premio! Y luego otras diez sin premio hasta llegar a la onceava, en la que vuelves a tener un premio. Este mecanismo genera en nuestro cerebro grandes cantidades de dopamina, la hormona de la recompensa, que configura la adicción en el más estricto sentido de la palabra.

Y es exactamente lo que experimenta tu cerebro, por ejemplo, cuando haces scroll en cualquier red social. Un vídeo que no te gusta, y bajas. ¡Uno que sí! Y bajas. Luego diez vídeos que no te interesan demasiado… ¡Y al fin otro que te encanta! De esa forma, las pantallas se convierten en estímulos dopaminérgicos que estimulan nuestro cerebro con refuerzo intermitente. Y esto, nos dice Williams, está diseñado de esta forma a propósito.

Las tres formas de la atención

Aunque podríamos seguir y seguir enumerando los mecanismos que usan las tecnológicas para competir por la atención, algo que ahora suena común, pero de lo que William lleva advirtiéndonos desde 2018, el resultado, como comparte en su libro Clics contra la humanidad, es que hemos perdido la capacidad de prestar atención.

Esto tiene graves consecuencias en nuestro bienestar, porque como sabemos, gracias a la psicología y la filosofía, prestar atención a lo que sucede en nuestro entorno, vivir en el presente, es clave para la felicidad. Aunque esta crisis atencional también nos afecta en otros muchos sentidos: aumenta la ansiedad, nos hace sentir que perdemos el tiempo, nos impide avanzar en nuestros objetivos y, en última instancia, nos desconecta de nuestra identidad.

Para entender el alcance de esta crisis y revertirla, Williams nos propone que entendamos la atención humana como la combinación de tres formas particulares de atención que usamos a diario:

Atención voluntaria

Es la más conocida y la que más esfuerzo requiere. Prestamos atención voluntaria cuando decidimos, conscientemente, centrarnos en una tarea, como leer, estudiar o escuchar a alguien. Esta forma de atención es limitada y frágil, pero también es la base de todo aprendizaje profundo y de cualquier logro personal. Es la atención que usamos cuando nos enfocamos en algo, cuando entramos en el famoso “estado de flow” y es esencial para cumplir metas a largo plazo.

Atención involuntaria

Es la que se activa automáticamente ante estímulos llamativos, como una notificación, un sonido o una imagen en movimiento. Esta forma de atención era muy útil cuando necesitábamos detectar amenazas en la naturaleza, pero hoy se ha convertido en un arma de doble filo que las plataformas tecnológicas usan para captar nuestra mirada sin pedir permiso. Es reactiva, impulsiva y difícil de controlar si no somos conscientes de ella.

Atención reflexiva

Es la más profunda y, según Williams, también la más importante. Es la capacidad de observar en qué estás poniendo tu atención y preguntarte por qué. ¿Estoy viendo esto porque lo he elegido yo o porque han capturado mi atención? ¿Esto me acerca a lo que valoro o me aleja? Esta forma de atención nos permite tener perspectiva, tomar decisiones alienadas con nuestros objetivos y recuperar el control de nuestra vida mental.

Cultiva tu atención reflexiva y reconquista tu mente

No es necesario desconectarse del mundo y vivir en una cueva para recuperar la atención, pero sí debemos empezar a cuidar este recurso como lo que es: un bien limitado y profundamente valioso. Para ello, los expertos recomiendan implementar algunas de estas estrategias.

  • Evita el multitasking. No solo no te va a ayudar a conseguir nada, sino que agota tu atención a ritmos acelerados. Cada vez que saltas entre tareas, tu mente tarda en volver a concentrarse. Es mejor optar por la monotarea. Dedica bloques de tiempo a una sola actividad, sin interrupciones. Y sí, eso implica no responder mensajes, ni correos, ni nada que aparezca en tu camino.
  • Sé consciente de tu vida digital. Hazte consciente del tiempo que pasas en pantalla, y decide de forma activa para qué lo vas a utilizar. Hacer scroll en las redes sociales puede ser divertido, pero debes ser consciente de cómo funcionan y determinar objetivamente cuánto tiempo de tu vida quieres regalarles. Existen aplicaciones que limitan su uso, e incluso que te preguntan si estás segura de abrirlas antes de hacerlo, para que no caigas en el impulso automático de navegar en ellas.
  • Gestiona tus notificaciones. Quizá no lo sepas, pero puedes decidir qué aplicaciones e incluso qué personas pueden enviar notificaciones en tus dispositivos. Gestiónalas para reducirlas al máximo. Pregúntate, ¿esta aplicación es tan importante como para limitar mi atención por ella? ¿Realmente esta persona puede necesitarme con tanta urgencia como para que necesite que le responda al segundo? Si la respuesta es no, quita las notificaciones. A partir de ahora, tú decides cuando responder y cuando prestar atención a tu teléfono.
  • Deja las pantallas fuera. David Bueno, neurocientífico, me explicó una vez que su rutina para evitar perder la atención consistía, sencillamente, en dejar todos los dispositivos apagados cuando ya no los necesitaba. Al acabar la jornada, cierra el ordenador, mete el teléfono en un armario y disfruta del presente.
  • Conecta con el presente. Con las notificaciones y las pantallas fuera, puedes volver a conectar con lo que sucede a tu alrededor. Descubre hobbies que te apasionen, conversa con una amiga y dale toda tu atención. Asegúrate de que las pantallas no te impidan disfrutar de tu vida, para que se conviertan en aliadas de tu bienestar, y no en lo contrario.