Pilar Eyre

Pilar Eyre

Leonor emocionada en su discurso más difícil

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Cuando Leonor terminó su discurso, el momento más importante de la entrega de los premios Princesa de Asturias, bajó la mirada. Los párpados cayeron sobre las aguamarinas de sus ojos, que competían en claridad y transparencia con las piedras preciosas que llevaba en los pendientes. Cuando se dirigió a su asiento observaba de reojo a su padre, insegura sobre su actuación porque había sido un discurso difícil, plagado de nombres extranjeros que requerían acentos distintos, que había manejado con soltura en algunos momentos y en otros con cierta dificultad. 

El agobio de Sofía

Una persona tan responsable como ella asumió la importancia del momento y, el primer quiebro de voz, tan parecido al de su padre, la descolocó y luego le costó volver a encontrar el ritmo. Todos, desde nuestras casas, contuvimos el aliento con ganas de gritarle: “Leonor, lo estás haciendo muy bien”, para animar a una chica de 17 años en una tesitura que podría con los nervios del adulto más templado. Felipe aplaudía y con los ojos quería decirle a su vez “has estado muy bien”, pues había entendido el leve malestar de su hija. Después se inclinó hacia ella, le tocó el brazo, le sonrió con cariño infinito y le susurró unas palabras que ella recibió con agradecimiento. Y entonces sí, Leonor sonrió tímidamente primero, después con claridad y aceptó con movimientos de cabeza los aplausos de los asistentes. Entre ellos su abuela, que había escuchado al borde de las lágrimas el discurso de su nieta. La enfocaron varias veces y hasta mencionaron lo emocionada que estaba. ¿La reina Sofía? No, su abuela materna, Paloma Rocasolano. A la emérita la enfocaron una vez, cuando Leonor empezaba “majestades, autoridades, buenas noches, me gustaría expresar lo que siento…” y supongo que la cogieron desprevenida y quizás pensando en su hermana porque había apeado su sempiterna sonrisa de Gioconda para exhibir un gesto apesadumbrado, de agobio y de tristeza absolutos, poco acorde con esos momentos exultantes. No la volvieron a sacar.

Leonor
Gtres

Letizia, natural y sencilla

Después, Felipe habló y al acabar fue Leonor la que lo animó, y también le susurró “lo has hecho muy bien”. Esta complicidad padre hija fue quizás lo más enternecedor de estos días en Asturias, pese a que todo lo que ocurre en Asturias suele ser muy conmovedor y espontáneo. En las jornadas previas al acto central, la familia se mostró unida y dicharachera. Letizia cada vez se siente más apoyada por la gente y más segura de sí misma y su presencia imprime una naturalidad y sencillez que desarma incluso a los acérrimos antimonárquicos. “Me pido a Letizia como presidenta de la República”, ha llegado a decir alguno. Leonor y su hermana se lo pasaban bien y Felipe estaba orgulloso de esa familia que ha creado, tan distinta de la suya, como distinta es su relación conyugal a la de sus padres. Claro que los periodistas con memoria temíamos la llegada de doña Sofía a Oviedo y que se repitieran las situaciones del año pasado. Esa entrada tan incómoda de los reyes en el teatro Campoamor mientras el público estaba de pie aplaudiendo a la emérita en su palco, por ejemplo. 

Premios Princesa
Gtres

Poca sintonía familiar

Se cuidó el detalle de la entrada, es cierto, pero fue en la salida cuando se manifestó la poca sintonía de la reina Sofía con su familia, sobre todo si estudiamos las imágenes a cámara lenta. Sofía bajó del palco por la escalera mientras Letizia, Felipe y sus dos hijas permanecían en el vestíbulo. Todos sabían, por supuesto, que la emérita se iba a reunir con el grupo donde Letizia llevaba la voz cantante, consiguiendo que todos la escucharan encandilados, ajenos a lo que ocurría a su espalda. Y era que doña Sofía se acercaba, saludaba, nerviosa, a alguna persona, besaba a su nieta y se quedaba sin saber qué hacer hasta que su hijo se dio cuenta y le tendió la mano para que se acercase. Ella se aproximó, Felipe la besó y le dijo algo a su mujer, que parecía no reparar en su suegra hasta que no tuvo más remedio que besarla, con ligero frotamiento de espalda incluido. Letizia saludó a otras personas y se dirigió a paso ligero a la puerta como si su casa estuviera ardiendo y tuviera que ir ella personalmente a apagar el fuego. Detrás fueron las hijas con la abuela, que intentaba conversar con ellas mientras las niñas solo estaban pendientes de su madre. Después de las fotos se produjo otra situación incómoda. Como todos iban con rapidez hacia los coches, doña Sofía cogió a su nieta del brazo, obligándola a detenerse y, en un gesto muy de abuela, le apartó del pelo de la cara. 

 

Sofía, Letizia y Leonor
Cordon Press

Marcharon separados

Leonor huyó, los otros detrás. Pero la emérita agarró entonces el brazo de Letizia y le comentó de forma intensa algo, quizás “que una de las niñas venga conmigo”. Letizia contestó sonriendo, pero con firmeza, mientras se desasía y se iba hacia el coche. Fue un momento que evidenció la tensa relación que mantienen las dos mujeres, por mucho que, en ese momento, para paliar el mal efecto, decidieran caminar enlazadas unos pasos, los suficientes para que los cronistas dijeran extasiados “qué bien se llevan”. Letizia, Felipe y sus hijas se metieron en sus coches y Sofía desapareció en lontananza, ya fuera de foco. Y de ella nunca más se supo.

NO USAR
GettyImages
Letizia y Felipe
Casa Real

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