José Ortega Cano, perdió usted a su mujer adorada y ha ido dando tumbos por la vida hasta ese accidente fatal con resultado de muerte. Al fin, ha pagado su deuda con la sociedad con años de cárcel, lapidaciones públicas y mucho dolor. Es cierto.

Sí, pero…

¿Por qué ha dicho usted en el programa de Bertín: “Me dio un vahído, no me acuerdo de nada”, en lugar de admitir en qué condiciones conducía? ¿No se les supone tanto valor a los toreros (yo no, que soy antitaurina) que no temen enfrentarse a nada, ni siquiera a la verdad? Si hubiera reconocido su falta, todos nos hubiéramos alegrado de su felicidad presente, porque nos pierden los arrepentimientos y los golpes en el pecho. Pero así no, Ortega, así no. No se ha ganado nuestra simpatía ni nuestra compasión, y es una pena porque quizás, a pesar de todo, se las merece.