Llevo tanto tiempo sin practicar sexo que la próxima vez que lo haga estoy convencido de que sentiré la ilusión del virgen. Pongamos que hace dos meses y medio que no lo hago, semana arriba semana abajo. ¿Estoy que me subo por las paredes? Sinceramente, no. Me siento muy tranquilo porque, como no tengo ganas, no me invade la ansiedad pensando cuándo y dónde conseguiré atrapar a un caballero. Es más, ahora que estoy en época de sequía, imagino durante unos instantes cómo será la próxima vez y lo veo como algo imposible. He perdido la práctica y ya no sé cómo se resuelven esas cosas.

Hace bastante que enterré definitivamente el Grindr porque me hacía perder mucho tiempo. Pasaba minutos y minutos muertos viendo fotografías o enredándome en conversaciones que no llevaban a ninguna parte. Me hablan de otras aplicaciones, pero no me fascina ninguna. Necesito escuchar la voz del otro, saber cómo huele, cómo se mueve. Debería salir de caza, pero no tengo el cuerpo para meterme en un antro con música atronadora. Todavía me molestan los ruidos. Por Instagram me escriben chicos jóvenes, pero leo sus mensajes con una sonrisa y cierto distanciamiento porque no me escriben a mí sino al de la tele. O sea, a un señor maquillado y bien iluminado. Se está bien sin pensar en el sexo. Entre otras cosas, estoy leyendo muchísimo más.