Me aburre cuando calla, cuando habla, cuando sonríe, cuando está triste, cuando ríe, cuando camina, cuando está sentada, cuando piensa en el suavizante que se va a comprar para su melena, cuando va vestida de calle, cuando va vestida de domingo, cuando respira, cuando duerme, cuando promociona alguna marca, cuando nos hace saber lo mucho que se acuerda de la duquesa de Alba, cuando pasea con Michavila, cuando se rasca la nariz, cuando se compra unas bragas, cuando la veo cámara en ristre emulando a Helmut Newton. Es, simple y llanamente, un tostón de mujer. Un tostón en grado superlativo. Un tostonazo. Un rollo macabeo. Un querer desaparecer del mundo cuando aparece en una revista, en una televisión. Es el claro ejemplo de mujer prescindible, evitable e intolerable. Es, en resumidas cuentas, una catástrofe que nos ha caído encima como una terca y continuada gota malaya.