A mí de joven me hubiera gustado ser como Rita Maestre –portavoz del Gobierno del Ayuntamiento de Madrid– y como Águeda Bañón, la responsable de prensa del Ayuntamiento de Barcelona. Una persona comprometida, luchadora. Un activista, vamos. Pero fui un joven pánfilo, temeroso, siempre dispuesto a acatar las normas y no cuestionarlas. Sometido al orden establecido. Lo que viene siendo un “buen niño” o, en términos más coloquiales, un auténtico coñazo. Existe un amplio sector en nuestra sociedad que suspira por una juventud adocenada. Que no proteste. Que diga a todo que sí. Que no se haga preguntas. Suspiran, en fin, porque nuestros jóvenes sean unos viejunos. La irrupción de jóvenes como Rita Maestre y Águeda Bañón duele porque nos recuerda el tiempo perdido. Aquellos años en los que fuimos demasiado mansos.