Cuando estaba con mi ex no pasábamos ningunas navidades con la familia

Tengo que decir que los días previos los vivía con muchísima ansiedad porque miraba el clima de nuestro destino de manera compulsiva. Una nube me ponía de los nervios. Una tormenta me quitaba el sueño.

Y P. siempre a mi lado intentando explicarme que en aquellos lugares que visitábamos las lluvias estaban a la orden del día porque eran climas tropicales, que de verdad que llovía un poco y luego salía un sol espléndido.

Y yo me lo creía o al menos hacía por creérmelo, porque la experiencia me enseñó que hay veces en que llueve y no deja de hacerlo.

Recuerdo con muchísimo cariño esos viajes: nos enamoramos del sudeste asiático, gozamos en las Maldivas, disfrutamos como niños en Dubái. Pero fíjate tú que este año no hay ansiedad que valga. 

Llego a diciembre fresco como una rosa, enamorado de mi trabajo y sin ansiedades por el futuro, fundamentalmente porque no existe. Tener la cabeza enmarañada pensando en qué hacer mañana no sirve más que para incrementar cuotas de infelicidad a nuestra cotidianeidad. Y, por cierto, qué tranquilo se vive sin estar enganchado al clima de países lejanos.