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Me interesa más bien poco Eurovisión. No lo digo en plan “Soy así de guay”. No. Es que lo veo tan mastodóntico que se me escapa. A mí me gustaba la Eurovisión de antes, aquella en la que concursaban muchos menos países y a lo mejor tenías la oportunidad de ganar. Ahora, ganar Eurovisión se me antoja imposible. Pero, bueno, hay que ir. Y apoyar este año a Chanel porque se lo merece. La que se formó tras la final del Benidorm Fest es un claro exponente de en qué se ha convertido este país al que tanto queremos. Un país al que le cuesta alegrarse del éxito ajeno. Dicen que somos un país de envidiosos. No sé. Lo que tengo muy claro es que nos cuesta reconocer el talento. Gana el Benidorm Fest Chanel y aquellos que iban con las otras propuestas la critican con argumentos tan zafios como chabacanos. Qué poco valoramos a artistas como Chanel. Artistas que dedican su vida a formarse por amor a una profesión durísima que solo escoge a muy pocos para vivir de ella. Cuánta gente con talento en el mundo artístico ha tenido que escoger un plan B por la ausencia de trabajo. No sé si somos un país de envidiosos, pero lo que tengo muy claro es que no somos capaces de valorar el trabajo que hay detrás de un artista. Como nos divierten y nos entretienen parece que no trabajen. Mala cosa. Pocas labores hay más serias que conseguir que nos olvidemos de nuestros problemas o imaginemos unas vidas más placenteras. Chanel lleva muchos años currándoselo y se le nota. Sería justo que en Eurovisión quedase en muy buena posición, pero este certamen –lo llevamos viendo durante años– es de todo menos justo.