Organizamos un reestreno en el Infanta Isabel para celebrar que Miguel de Molina al desnudo prorroga todos los lunes y martes de enero y febrero y se arma la marimorena. Debido a un error informático las 150 entradas que habíamos reservado con muchísima antelación para invitaciones se pusieron a la venta. Así que señoras y señores que habían pagado su localidad advierten que al ir a ocuparla está sentado un actor, un presentador o un director de cine al que habíamos invitado.



 

Sin tener nada que ver en el asunto –el Teatro Infanta Isabel emitió un comunicado exonerando a mi productora, Laboratorio de la Voz Producciones, de cualquier responsabilidad– parte del público afectado comienza a dedicarme bellos apelativos. “Ladrón”, “aprovechado” y otras lindezas por el estilo. Sandra, la distribuidora de la función, intenta poner orden pero una señora le tira de los pelos y la arrastra un poquito por el patio de butacas. Como la función lleva algunos minutos de retraso se me acerca otra señora para exigirme que comience ya o de lo contrario perderá el autobús para volver a casa.

 

Al ponerse la cosa cada vez más fea decido subirme al escenario para explicar lo sucedido. Les pido a mis invitados que dejen libres sus asientos para que puedan sentarse los que habían comprado su entrada y el público, todo hay que decirlo, reacciona de maravilla. Abandonan sus localidades Susanna Griso, Raquel Sánchez Silva, Luján Argüelles, Jesús Cintora... y aprovechan para tomarse una caña en el hotel que hay enfrente del teatro. Primero les tengo que agradecer que vinieran al reestreno. Y segundo, que entendieran la situación y que en ningún momento pusieran mala cara...

 

...mañana, la segunda parte.