La nieta de Joan Manuel Serrat, Luna, se enfrenta a su situación más angustiosa

La joven periodista narró en las redes sociales el incómodo momento que le tocó vivir solo por ser mujer

Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

31 de julio de 2018, 09:50

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“Empiezo diciendo que estoy bien. Soy Luna Serrat, periodista, y os voy a contar, desde mi angustia, una de las situaciones más desagradables que he vivido nunca”. Así empieza su relato la nieta de Joan Manuel que, como tantísimas mujeres, ha tenido que hacer frente a un momento de lo más incómodo generado por la hegemonía machista contra la que, a diario, tristemente nos topamos.

La situación de Luna transcurrió en un tren, pero habría podido ocurrir en cualquier lugar. “Un señor americano con pinta de pocos amigos me chequea de arriba abajo y se ríe”, ese iba a ser su compañero de viaje durante todo el largo trayecto. Luna tiene 22 años y en su texto compartido en redes dice que nunca antes se había sentido “victima”. Pero ayer descubrió este desagradabilísima sensación. “El señor se pone a ver ’50 sombras de Grey’ y me pide que la vea con él. Su torpeza con el castellano me sirve de excusa y digo que no le entiendo, él insiste y yo me giro. En cada escena de sexo se ríe, me mira, me siento intimidada y a él le gusta”, cuenta. Luna asegura que, en ningún momento el hombre le puso una mano encima, ni si quiera la rozó, pero es no bastó para que ella se sintiera “desnuda” como nunca antes.

Nadie tiene derecho a hacerte sentir intimidada”, dice valiente. La joven creyó que, si alguna vez se veía en una situación así, sabría cómo reaccionar; pero no supo. Se quedó callada, tapada con su chaqueta y pegada a la ventana para que su compañero de asiento que, cuenta, apestaba a alcohol, no le rozara un pelo. El dolor es doble, no solo sentimos la humillación por la intimidación, sino que cargamos con una culpa que no debería descansar sobre nuestros hombros. Nos flagelamos por no haber sido capaces de reaccionar como pensamos que haríamos, por no haber puesto en su sitio al patán de turno. Así que es normal que, cuando la joven periodista bajó del tren, solo pensaba en abrazarse a su madre y contar lo que había vivido, “para que nunca llegue a más, ni conmigo, ni con nadie”.

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