El estreno flamenco de Jorge Javier Vázquez

5 de noviembre de 2014, 12:19

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Por MASSIMA POTENZA

 

En 'Shakespeare in love' bromeaban con la figura del productor. Un bravucón Ben Affleck callaba a quien hasta ese momento, razones económicas en mano, cortaba las alas creativas de la compañía de La Rosa. “Silencio deslenguado. ¿Quién sois vos?”, decía. Y  éste, atemorizado, respondía: “Yo, señor, soy el dinero”. Pero claro, en el caso de Jorge Javier Vázquez ese es otro cantar. Brega cada día como maestro de ceremonias de ese fenómeno televisivo inagotable que es 'Sálvame' para el que las dotes artísticas son como en la plegaria: justas y necesarias. Por eso, no es raro que el salto de su genio a la pantalla grande (aunque ésta fuera un poco chica) no se hiciera esperar. En su propia función, eso sí. Interpreta un pequeño papel en el corto mudo (a modo de amante menguante en 'Hable con ella') de la obra 'Miguel de Molina al desnudo' la reinterpretación (sublime) que hace del tonadillero malagueño Ángel Ruiz, un espectáculo a caballo entre el biopic, el cabaret teatro y un monólogo de los de ponerse de pie que anoche se estrenó en Madrid con el sabor de las premières de antaño.

 

Chaqueta de esmoking al estilo de batín británico, esto es, a cuadros verdes y negros y solapa de raso, gafas de Tom Ford, pajarita y un aire entre abrumado y perdido. “¿Dónde está mi teléfono? ¿Mi móvil? ¿Y mi repre?”. Jorge Javier Vázquez recibía a las puertas del teatro Reina Victoria sin recibir. Es decir, besuqueaba, respondía, agradecía, estrechaba manos y abrazos, pero estaba como en una nube. Por fin, la obra en la que ha confiado su corazón y su bolsillo llegaba a la capital y la expectación cortaba la calle Barquillo y el flato de muchas señoras que, guarecidas en sus abrigos de piel y de paño, veían la vida de las luminarias pasar.

 

“Toda mi vida habría querido ser actor y cantante. Pero probablemente hoy no estaría aquí si lo hubiera dicho entonces en casa”, contaba Jorge Javier Vázquez hace tan sólo unos meses sobre las tablas del legendario Corral de la Pacheca cuando la obra era tan sólo un proyecto. Anoche, respaldado por su inseparable P. (o sea, Paco) veía como aquello de que ser actor era una “vocación frustrada” salía como una espinita con una aguja de coser.

 

Como anfitrión que era fue de los primeros en llegar, que uno siempre tiene que estar preparado por quien pueda llegar a casa. Y nada más y nada menos que a los minutos llegaba Paolo Vasile, consejero delegado de Mediaset España. Tras él, su aluvión de estrellas. Las de 'Sálvame', casi todas, porque no vi a Raquel Bollo, suponemos que 'Pantoja’s tragedy' obliga. Desde las alturas de la productora (La Fábrica de la Tele), a sus directores (de diario y del 'Deluxe') pasando por los colaboradores que escasamente una hora antes habían presenciado cómo Terelu escapaba de los focos (sin conseguirlo) para deshacerse en lágrimas por aquellos rumores que atestiguaban que ella profesionalmente tenía lo suyo y lo de su prima. Pero cosas de la tele que, como en la mansión de Gran Hermano, todo se magnifica, delante de los flashes del photocall, el drama de la pequeña de la Campos se había diluido como el agua que no has de beber.

 

Quizás porque se escondía en un cuello de chinchilla o porque la parapetaba su chico, a sazón, pugilista, que a ver quíén es el valiente… ¡Nadie! como dirigía Bea la legionaria. Por cierto, hablando de Big Brother, Mercedes Milá, aprovechando ya la oscuridad de la platea buscaba su sitio en el anfiteatro. Con mochila a la espalda porque llegaba directa de Barcelona o, imaginemos, porque llevaba abierto su brick de leche de arroz como buena seguidora de la teoría de la enzima prodigiosa y una sabe cómo empieza la noche pero no cuándo acaba. Ahora, un peso encima que, otras sentimentalmente, como Rosa Benito, lo han dejado en la cuneta tal y como explicaba la cuñadísima en un corrillo improvisado: “¿Qué fuerte eh? Lo que he pasado”, decía entre suspiros. Y ante la mirada atenta de Miriam Díaz Aroca y Emma García que, apoyadas a una barandilla del hall de entrada, parecían Louella Parsons y Hedda Hopper tomando notas.

 

Porque el amor a veces se va como viene. Súbitamente. Así lo explicaba el 50% de la pareja que, como la invitada vestida de blanco, robaba el protagonismo a la novia en el día de su boda. “Ya está bien, Edmundo. Ya está bien”, le suplicaba con cierto tono de regañina María Teresa Campos al hombre que le ha robado el sentido y al que la prensa al acecho pudo arrancar alguna declaración por un descuido de la gran dama de los domingos. “Me hace lentejas. Es que los dos tenemos anemia”. La pregunta, siguiendo la estela de Ana Rosa y “las cositas” no se hizo esperar. “¿Y qué hacéis para necesitar tanto hierro?”. No pudo ser. Suponemos que ya era suficiente para la primera aparición pública de la pareja y su canto al amor sin edad.

 

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