1 de junio de 2018, 12:45
Charlène de Mónaco se desmadra y deja de ser la 'princesa triste'
La princesa disfrutó de un completo fin de semana, donde se la vio bromear, reírse a carcajadas y coquetear en una fiesta exclusiva celebrada en un yate
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Que no puedo...
¿Cómo que no? Charlène de Mónaco se hizo con todo el protagonismo durante el pasado fin de semana de Fórmula 1. Como cada año, las calles del principado se convirtieron en un circuito de carreras, y la vimos en una actitud muy diferente a la que nos tiene acostumbrados cada vez que asiste a un acto público.
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A morro
La esposa de Alberto II de Mónaco cogió decidida la enorme botella de champán con la que brindan los campeones en el podio y le pegó un buen trago, ante la divertida mirada de su marido y Pierre Casiraghi.
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¿La 'princesa triste'?
Debido al gesto rígido e incluso melancólico que siempre ha mostrado en los eventos en los que ha hecho acto de presencia, Charlène se ha ganado el apelativo de 'princesa triste', pero en Montecarlo ha dinamitado esa etiqueta, dando su imagen más distendida y simpática.
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Lo nunca visto
Los gestos cariñosos entre los príncipes de Mónaco han brillado por su ausencia; sin embargo, hemos visto a Alberto muy atento con Charlène, muy cómplice con él.
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Fin de semana intenso
Sin embargo, el festivo fin de semana empezaba para Charlène la noche antes al Gran Premio de Mónaco. La princesa acudió sin Alberto a una exclusiva fiesta organizada por el dueño de Topshop en su lujoso yate. Allí se la vio coquetear y de la mano con uno de los invitados. De nuevo, Charlène fue todo sonrisas.
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Ejemplo de elegancia
Charlène estaba perfecta con este vestido alegre de estampado retro y profundas aberturas, diseñado por la firma suiza Akris. Sin apenas complementos, destacaban sus stilettos en azul klein.
Charlène de Mónaco ha vuelto a dejar descolocados más a extraños que a propios. La princesa nos tiene acostumbrados a una imagen pública fría y distante. Actitud que le ha hecho ganarse el título de la 'princesa triste'. Sin embargo, en este último Gran Premio de F1 celebrado en Mónaco ha dinamitado el concepto que teníamos de ella.
A morro y a lo loco, como quien se bebe la vida intensamente (o los charcos), la esposa del príncipe Alberto se hacía suya la botella de champán con la que brindan los campeones en el podio, y le daba un trago que la dejaba temblando. Mostraba su lado más desenfadado y divertido, acompañado de carcajadas burbujeantes y gestos cariñosos hacia su marido. ¡Charlène se convirtió en el alma de la fiesta! Lo nunca visto. O, como mínimo, muy poco habitual.
Pero la diversión arrancó para ella la noche antes a la carrera de bólidos. Según publica un portal de noticias, Charlène Wittstock acudía ataviada con un espectacular y sugerente vestido negro con espada al aire a una exclusiva fiesta en el yate de Sir Philip Green, dueño de la firma de ropa Topshop. La princesa de Mónaco acudía sin Alberto, quien se encargaba a la misma hora de presidir un evento organizado por una marca de relojes de lujo en otro barco.
La ocasión no podía ser más perfecta para 'regalarse' una noche de 'soltera', libre de disfrutar de a compañía de otros hombres sin protocolos de por medio. La exnadadora sudafricana desplegó sus armas de seducción y su simpatía, y disfrutó de risas y confidencias con uno de los invitados, con el que se la vio de la mano, antes de compartir un baile.
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