Cuando Grace Kelly, en 1966 se convirtió en la mejor vestida de la Feria de Abril: “Me interesa mucho la historia de España”

Aquel día de primavera del año 1966, Cayetana de Alba estaba exultante por ejercer de anfitriona de una de las mujeres más poderosas del mundo. Antes, esta había sido una de las actrices claves del Hollywood dorado y ahora era, nada más y nada menos, que una princesa. Grace Kelly visitaba por primera vez Sevilla y su Feria de Abril y lo hacía acompañada de la mejor compañera posible, la duquesa de Alba.

Grace Kelly quiso cumplir con la tradición de principio a fin. Si iba a hacer algo, más le valía hacerlo bien. Una enseñanza que había aplicado tanto cuando hacía películas al de Hitchcock, como ahora ejerciendo de rostro del principado. Gracia se había comprometido con su visita al Real y, para ello, intervino de manera activa en las tareas de búsqueda del mejor traje de flamenca. Al final, el escogido fue uno de una jovencita que acabaría convertida en una de las mayores figuras dentro del mundo de la moda flamenca, Lina. 

"No me podía creer estar vistiendo a Grace Kelly"

Para aquella visita andaluza, Lina le realizó exprofeso a la princesa un memorable vestido de volantes, en color blanco y con una delicada puntilla rosa que lo recogía entero, dotándole de aún más gracia y flemencura. Los complementos estuvieron a la altura de lo que semejante look requería, flor y mantoncillo a juego, en idéntico tono rosado del ribeteado. El pelo lo lució recogido en un sencillo moño con algo de volumen, tan del gusto de los años 60. 

“Cuando entré en la habitación del hotel Alfonso XIII, allí estaba ella, bellísima. No me lo podía creer”, contó la propia Lina años después, todavía sin poderse creer que fuera a vestir a toda una princesa. Ella le tomó medidas y confeccionó, solo para la esposa de Rainiero II, un vestido de gitana con el que levantó sonoros oles en cada caseta que visitó. “Lo que más recuerdo de ella es su cuerpo lleno de pequitas y su trato tan dulce”, desveló. Aquella noche, la diseñadora no durmió, pero de esa jornada en vela se escribió, para siempre, y con letras doradas, su nombre en la historia de la moda flamenca. 

La princesa Gracia, una enamorada de España

Por su parte, Grace Kelly no es que cumpliese a rajatabla con el estricto protocolo sevillano, es que lo clavó. Es verdad que, a su lado, tenía a la mejor maestra posible, pero lo cierto es que la exactriz era una mujer con muchísima curiosidad, que siempre adoró nuestra cultura. De hecho, en una entrevista exclusiva publicada por la revista Lecturas, un par de años más tarde, esta confesó que “de no haber vivido en Mónaco, habría escogido España como lugar de residencia”. 

Adoraba todo lo referente a nuestro país, de sus fiestas, a la gente, pasando, cómo no, por los paisajes. Quizás, su flechazo con España surgió cuando visitó Mallorca en su luna de miel con Rainiero. “Me interesa mucho la historia del país. La reina Victoria Eugenia viene muy a menudo al principado, donde reside en la antigua casa del príncipe Pierre. Mantenemos igualmente excelentes relaciones con el príncipe y la princesa de Asturias”, contó entonces a Lecturas. 

Además, en aquella visita a las islas Baleares, la pareja real recorrieron puertos y calas; y se sintieron tan arropados que aquí encontraron un rincón idílico al que escapar cuando las obligaciones se lo permitía. 

Encuentro de enemigas íntimas

En aquella visita a la Feria de Sevilla, ella no fue la única estrella extranjera en destacar. Ese año también visitó la feria la viuda más doliente de todas, Jackie Kennedy. La animadversión entre ambas mujeres es una leyenda más de tantas que se cuentan a media voz sobre personajes tan carismáticos como lo fueron ellas. Historias a veces inventadas, otras magnificadas, pero que, en este caso concreto, resultaron ciertas a juzgar por el comportamiento de sus protagonistas…

Jackie debió saber que Grace acudiría esa mañana luciendo un traje de volantes, así que una verdadera musa ‘fashionista’ como lo era ella, capaz de imponer moda con cualquiera de sus looks, no podía permitir ningún duelo de estilo, así que hizo lo impensable: se vistió de corto. En lugar de bata de gitana, chaquetilla, fajín y sombrero; una apuesta rompedora con la que logró eclipsar a la princesa. Y por si el estilismo no era suficiente, la manera en la que lo presentó. Una performance perfecta, sirviendo glamour amazona a caballo pisando el albero. Y a su lado, secundándola, la duquesa de Alba. 

En aquella Feria de Abril, dos de las mujeres con más poder del momento coincidieron hasta en tres ocasiones en la capital hispalense. En una de ellas, las dos lucieron la consabida mantilla tan propia de una tarde de toros, pero a pesar de la cercanía del espacio, se ignoraron a la perfección, dejando claro que sus egos estaban muy por encima de la noria del Real. Eran estratosféricos.