Alba no es la mala que ha provocado a un hombre casado y con hijos

La noticia de los últimos días, de lo que todo el mundo habla, es lo que ocurrió entre Alba Carrillo y Jorge Pérez. Creo que no han gestionado esto bien. Uno peor que el otro, sin lugar a dudas. Al final, tendemos a que nos salga ese ramalazo que forma parte de la educación o de las informaciones que hemos recibido y de los comentarios que se han quedado en nuestro cerebro de uno acusar al otro y el otro a la mujer de fresca, ligera, no tener escrúpulos y ser la que provoca al pobrecito hombre casado, con familia y ser la causante de sus males. He escuchado a mujeres decir, desgraciadamente, eso en esta historia. Aquí no hay más que una persona, que se llama Alicia, a la que su marido no le ha sido leal. Encima, cuando estas cosas se producen públicamente cobran una dimensión mayor porque son personas que trabajan en un medio de comunicación. Van a una fiesta de la productora para la que trabajan, hacen lo que les da la gana y como les da la gana delante de todo el mundo y luego hay que afear que las cosas se cuenten y se digan. ¡Hombre, un poquito de ejercicio de honestidad! Hay muchos sitios para tontear y no es precisamente un lugar adecuado con 500 periodistas a tu alrededor. Entre esos profesionales habrá gente que te aprecie o no y que te quiera o no. A lo largo de los años ha cambiado mi percepción de la infidelidad. Yo distingo mucho entre ser infiel y ser desleal. Para mí una infidelidad es algo que ocurre puntualmente y de una manera no premeditada.

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Tirar todo por tierra

La deslealtad es otra cosa, porque conlleva una doble vida, un doble discurso y un engaño continuado en el tiempo. Siempre he dicho que no perdonaría una infidelidad. Con mis 57 años que tengo y ante las circunstancias de Jorge y su mujer, no sé yo si sería capaz de tirar por tierra todo lo que han construido. Eso no quita que Alicia tenga el derecho a decidir si se ha quebrado algo en su confianza que crea que no puede restituir. Eso sería el principio del fin. Gestionar esto públicamente no es fácil. No nos vamos a engañar, esta historia le viene muy bien a todos los programas y revistas. No lo hemos propiciado, no lo hemos urdido y no lo hemos puesto en escena porque eso es algo que han hecho ellos.

Mi relación con Alba es inexistente desde que fui defensora de mi amiga Isabel Rábago en ‘Secret Story’. 

Alba Carrillo es libre

Mi relación con Alba es inexistente desde que fui defensora de mi amiga y compañera Isabel Rábago en ‘Secret Story’. Lo que ocurrió en esa casa entre Isabel y la madre de Alba hizo estallar el plató en muchos momentos. Siempre me he caracterizado por ser una persona justa. Hay quien insinúa que Alba ha podido agarrarse a cualquier cosa para hacer saltar todo por los aires como solo ella sabe hacer. En el fondo me quiero poner en su piel. Si yo he tenido un comportamiento libre, como es ella, con un compañero que no lo es y hemos llegado a unos acuerdos y me entero de que por detrás me está tachando de muchas cosas, comprendo que Alba dé un golpe en la mesa. Ella no es la mala de esta película porque en esta trama hay dos protagonistas. No sé cuánto tiempo más dará de sí este culebrón, ni sé cómo acabará. De momento, muy buena pinta no tiene el final. Lo que sí tengo claro es lo que significaría para mí que una amiga o un amigo le fuera infiel a otro amigo o amiga. Siempre les he dejado claro que nunca participaría en nada y que jamás me usaran como tapadera de nada. Tengo a mis amigos prohibido que, si lo hacen, me lo cuenten. Mis amigas tienen maridos que son también mis amigos, y viceversa. En ese sentido, no quiero verme en la situación de que ninguno de ellos sienta que los he defraudado y que yo también los he engañado. Si por circunstancias de la vida me encontrara a uno de mis amigos con otra persona en situación indecorosa o no adecuada no soy una correveidile. Al día siguiente, llamaría a mi amigo o amiga y le diría: “Dile a tu mujer o a tu marido que me has visto y tú ya le explicas con quién estabas”.

Mejor que no me lo digan...

Eso me ha ocurrido en la vida real. Siempre he tenido claro que si alguien ve a mi pareja siéndome infiel me gustaría que me lo dijera. Con el paso del tiempo pienso que, si mi relación es estable, de respeto y de felicidad y es un acto puntual, igual no quiero que me lo digan.