Pilar Eyre

Pilar Eyre

Jesús Tomillero

Sí, pero... Jesús Tomillero

Tomillero. En alguna circunvalación de mi cerebro se ha perdido tu nombre de pila –perdóname–, entrañable árbitro. ¡Qué grandes tus lágrimas, qué manera de alegrarnos la vida tu tristeza! Monchito, tu novio, tus amantes, ese pequeño universo tuyo fue nuestro.

Sí, pero…

Fue nuestro durante tres días, porque eso es lo que duró tu fama estratosférica, ¡menos que la vida de una flor! Mi amigo, el crítico de televisión El hombre confuso, iba a escribir sobre ti y yo le advertí: “Ojo, que me huelo que lo de Tomillero va a ser efímero”, y vaya si lo fue, ¡tres días! ¿Y esperas que esto no se haya acabado, me dicen? Pues vete haciéndote a la idea de que las agujas del reloj nunca pueden ir hacia atrás, que fue bonito mientras duró y que algo tendrás para contarle a tus nietecillos, el equivalente a la mili de mis coetáneos, querido Jesús. Sí, era Jesús, ya me he acordado.

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