Te has convertido en un actor sólido. Como persona eres modesto y familiar, un buen chico. Te tomas tu profesión muy en serio y abominas de tu imagen de seductor. Te entiendo.

Sí, pero… ¿Por qué nos privas de tus músculos de acero, de tu pose canalla, de tus miradas matadoras, de esa sensualidad tórrida que nos enamoró en ‘Sin tetas no hay paraíso’? ¿No ves que buenos chicos los hay a patadas y, sin embargo, solo hay un Duque? Haz el favor de alimentar nuestras fantasías más oscuras, esas en las que nos revolcamos en el fango con un tío de pelo en pecho que nos susurra procaciades al oído con voz enronquecida y llena de deseo.