Leonor hubiera cumplido los 57 años el pasado 31 de mayo. Su cadáver, envuelto con tres capas de papel film transparente a las que habían superpuesto otras de cinta americana, fue descubierto en el piso que la mujer compartía desde el 2021 con su pareja en el distrito de Nou Barris de Barcelona.
El hombre, Rafael Nieto Barenys, de 55 años, fue detenido y un juzgado de violencia sobre la mujer decretó su ingreso en prisión sin fianza por un presunto delito de homicidio.
Ocho meses muerta
Fue tan disparatada e inverosímil la versión que el hombre ofreció primero a los policías y dos días después a la jueza cuando pasó a disposición judicial, que su propio abogado admitió que ante un relato tan “contradictorio” solicitaba el ingreso en un psiquiátrico, que la magistrada no atendió.
En los laboratorios de la policía científica de los Mossos d’Esquadra, los investigadores pudieron identificar oficialmente a la víctima, a través de las huellas dactilares. No fue fácil, ni inmediato.
Leonor Agudo Fernández llevaba ocho meses muerta. Abandonada en ese cuarto. Invisibilizada y sin que nadie diera el paso de acercarse a una comisaría a denunciar su desaparición o alertar de una ausencia demasiado larga. El cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición y los policías del laboratorio necesitaron regenerar las yemas para recuperar las huellas dactilares con las que pudieron identificarla.
Mensajes perturbadores
Un forense del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Catalunya firmó un primer informe asegurando que la mujer murió de forma violenta. Presentaba contusiones en la cabeza, politraumatismos craneoencefálicos.
Ahora tiene un largo trabajo por delante para concretar de forma científica cuánto tiempo llevaba muerta y abandonada en una habitación, sobre un somier de madera y un viejo colchón. Una estancia que su asesino selló con pintura plastificada y colocando arena sobre la rendija de la puerta, y cerrada a cal y canto la ventana para tratar de evitar levantar sospechas entre los vecinos en cuanto empezara a oler.
El macabro hallazgo fue propiciado por uno de los hermanos de Rafael, que el día de la detención se presentó en su casa, después de varios días recibiendo mensajes perturbadores en los que le asegurara que se iba a suicidar y que Leonor llevaba tiempo muerta. Ante los policías primero y después ante la juez, el hombre defendió su inocencia con un relató absolutamente inverosímil.
Solo salía a comprar
El acusado contó que su pareja sufría un trastorno de personalidad, con una discapacidad del 81% y que ya había intentado suicidarse en otras ocasiones. “Supongo que esta vez, Leonor logró quitarse la vida”, declaró. Y aseguró que no tenía ni idea de cómo lo había hecho, pero que el 29 de septiembre del 2024, se despertó y la encontró fría.
El hombre durmió una semana junto al cadáver de su mujer, hasta que la situación se hizo insostenible y decidió trasladarlo a la habitación pequeña. Y que no llamó ni a una ambulancia ni tampoco a la policía, ni se lo contó a ningún familiar, ni amigo porque se quedó “en shock”.
Admitió que envolvió el cadáver en plástico porque su idea era preservarlo para que la policía, en su momento, comprobara que su muerte no había sido violenta. Y que decidió sellar la puerta con pintura plástica y arena cuando el cuerpo empezó a descomponerse y a desprender olor. Que, durante esos ocho meses, apenar salió de casa, solo lo imprescindible para comprar.
Un comentario inquietante
También bajaba al quiosco del barrio. El día antes del hallazgo, Rafael fue a comprar y el quiosquero le advirtió de que se había quedado sin los cigarros que habitualmente consumía Leonor. “No te preocupes, seguro que estos también se los fuma”, le soltó. El quiosquero lo recordaba después y sentía escalofríos.
Golpes, gritos y discusiones
La jueza le preguntó por los golpes en la cabeza que presentaba el cuerpo y Rafael aseguró que se produjeron después, cuando el cadáver se le cayó varias veces al suelo mientras lo precintaba. Sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento, el hombre aseguró que quería a Leonor y que sabía que ella iba contando a los vecinos que la maltrataba. Pero que no se lo tenía en cuenta. “Mi reina, mi Leo. La cuidé hasta el último día, como ya hice en esa misma cama con mi madre”, decía.
En cambio, los vecinos, que fueron interrogados por los Mossos y algunos hablaron también para Lecturas, vieron con sus propios ojos una relación que tenía muy poco de idílica. Escucharon golpes, gritos, discusiones y vieron a Leonor en alguna ocasión con la cara hinchada.
El deterioro de leonor
Frente a los parterres en flor del número 4 de la calle Piedrafita, en el barrio de Ciutat Meridiana, los vecinos aseguran que a ella la dejaron de ver en octubre, tras varios meses de declive en los que la mujer pasó de ser “todo un mujerón a convertirse en un esqueleto andante”. Esa misma testigo del deterioro, contaban que Leonor “vivía atemorizada y amenazada”.
Sin embargo, ni uno solo telefoneó al 112 para contar lo que ella les decía y los vecinos veían. “No era fácil meterse en esa pareja. Él se hubiera enfadado y reaccionado con mucha violencia. Más de una vez él la echó de casa, pero ella siempre regresaba”, admiten con tristeza y dolor.
Una mujer sometida
A Leonor la recuerdan como una mujer “dominada, sometida”. Dos vecinas se atrevieron a denunciar al hombre por conflictos que tuvieron con él. Un hombre que apenas trabajó y que pasó de vivir de los padres a hacerlo de la pensión de su madre hasta la muerte de ésta. Politoxicómano, actuaba con violencia, especialmente con las mujeres que le plantaban cara.
Una de esas vecinas que le acabó llevando a juicio, solo le pidió un día que tuviera cuidado con el aceite que perdía la moto que estacionaba sobre la acera porque después los perros acababan perdidos. “¡Qué le dije!”, recuerda.
Acabó encerrada en casa atemorizada, con la intervención de un mediador, y evitando cruzarse al vecino por pánico: “Si me veía estacionar mi automóvil, era capaz de salir de casa y encaramarse al techo y al capó para aporrearme el coche, grabarme y amenazarme”.
Un día, dice otra vecina, la escuchó gritar pidiendo ayuda. “Bajé corriendo y me la encontré desnuda. Me pedía que llamara a una ambulancia”. Pero enseguida apareció Rafael y la obligó a marcharse de allí.
La víctima tenía tres hijos y, de hecho, al menos uno la ayudó la última vez que, como otras anteriores, Rafael la echó de casa y metió sus cosas en bolsas de basura. Aún una vecina fotografió la triste escena desde el balcón de su casa. Como siempre, Leonor regresó con el hombre.
Un escenario atroz
Lo que se encontraron los Mossos cuando entraron en la vivienda fue atroz. Un desorden cronificado y caótico, con suciedad y restos de consumo abundante de todo tipo de drogas. Lo peor estaba tras una de las puertas de una habitación sellada. Sobre un somier de madera y un colchón estaba el cuerpo en descomposición.
Un escenario de miedo en el que no pasó por alto el espejo antiguo sobre una vitrina en la habitación de matrimonio. Estaba lleno de escupitajos. Sí, cada vez que Rafael pasaba por delante de ese espejo escupía.
Es posible que ya no le gustara o mostrara escupiendo la repulsa al hombre que veía reflejado y en el que se había convertido. En octubre, en el grupo de mensajes de vecinos, Rafael advirtió de que tapaba la salida de extracción de la máquina del aire acondicionado “porque me viene un olor chungo”. Seguramente era una coartada que de poco le sirvió.
Teléfonos que salvan vidas
En lo que va de año, 12 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Desde que arrancó la estadística oficial, en 2003, son 1.306 mujeres. El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes.
El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016.
Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.