La historia de acoso escolar que acabó en tragedia

MAYKA NAVARRO
Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

La misma tarde, el personal de limpieza del ayuntamiento de Jerez de la Frontera borró las manchas de sangre de la acera del instituto Elena García Armada, de la ciudad gaditana. La sangre es difícil de limpiar. Pero lo es mucho más el miedo y la angustia que vivieron los alumnos y profesores del centro la mañana del pasado jueves 28. Uno de los compañeros, un adolescente de 14 años, hirió con dos cuchillos a tres profesores y a dos alumnos del instituto. Afortunadamente, ni veinticuatro horas permanecieron hospitalizados los heridos. Tampoco la maestra de Biología, que apenas llevaba un año en la plaza y que sufrió las lesiones más graves, por las que tuvo que ser sometida a una intervención quirúrgica en un ojo. La docente también pudo pasar el fin de semana en su casa, recuperándose de la herida y de unos hechos que al día siguiente fueron debatidos con la ayuda de psicólogos, asistentes sociales y profesores en todas las aulas de un instituto que trató de recuperar la normalidad dedicando la jornada a hablar de lo sucedido.

Los hechos ocurrieron cuando los alumnos acababan de llegar a sus aulas y apenas había dado comienzo la primera clase del día, la de Biología. El protagonista cursaba tercero de la ESO. “Siempre llegaba puntual, pero casualmente hoy ha venido más tarde”, contaba horas después una de sus compañeras. Con la tarea ya empezada, el joven accedió a clase y sin mediar palabra se dirigió a su mesa. Abrió su mochila y sacó dos cuchillos grandes de cocina. “Tenía cara de estar muy enfadado. Caminó hasta uno de los compañeros y le dijo ‘te voy a matar”, recordó la misma joven. Sin capacidad para que nadie pudiera reaccionar, el agresor hirió en la espalda a su primera víctima y en el brazo a otro. La profesora se interpuso entre el agresor y las víctimas, y sufrió las peores heridas. Varios cortes en brazos y antemano, y otro más aparatoso en el ojo que finalmente solo afectó al párpado, y no al globo ocular y por tanto tampoco a la visión. Los gritos de miedo y las carreras de los primeros alumnos que huían del aula en busca de ayuda, provocaron la llegada hasta la clase de otro profesor, el de Física y Química, que trató de reducir al joven y que sufrió varios cortes superficiales en la espalda. Durante las horas posteriores al suceso, los investigadores de la Policía Nacional trabajaron en la reconstrucción de los hechos, con la ayuda de los testigos. Algunos también hablaron, acompañados de sus padres, en los medios de comunicación relatando lo que habían vivido.

Pánico entre los padres

Según los testigos, tras esos primeros ataques, el joven logró zafarse e irrumpió en otra de las cuatro clases que imparten su mismo curso. Para entonces, la dirección del instituto ya había activado el protocolo de seguridad que incluye el desalojo de los alumnos y del personal docente y que todos conocían porque se habían realizado simulacros. Por megafonía y a gritos, los mensajes de “todos al patio” “vayan abandonando las clases”, vaciaron las aulas. Los alumnos heridos lograron huir de su clase, ensangrentados, y esa imagen desató el pánico. En ese momento, los adolescentes entendieron que aquello no era una broma, ni otro de los simulacros, y empezaron a telefonear con los móviles a sus padres, sin saber muy bien lo que estaba pasando, salvo trasladar que había un compañero con cuchillos que estaba apuñalando a gente. El terror se apoderó entonces de los padres que, a la carrera, se dirigieron angustiados hasta las puertas del Instituto, cerrado a cal y a canto.

La situación fue terrible durante casi una hora y media en la que los padres se comunicaban con sus hijos a través de la reja que separa el patio del exterior. Algunos críos lloraban nerviosos, mientras los padres trataban de convencer a los profesores de que les dejaran sacar de allí a sus hijos para poder llevárselos a sus casas. Pero la Policía Nacional había ordenado que el desalojo del centro se realizara de uno en uno, entregando cada joven a sus padres o tutor autorizado, y solo tras tener una fotografía clara de lo que había sucedido y cuántas personas estaban implicadas. A pesar de que los docentes trataban de explicar a los padres que el peligro había pasado, se reprodujeron escenas de angustia, sobretodo en aquellos progenitores que no lograban comunicarse con sus hijos. El agresor tenía necesidades educativas especiales y contaba con un orientador específico desde hacía años. Ese refuerzo en clase estaba determinado porque el joven está diagnosticado con el síndrome de Asperger. Se trata de un trastorno del desarrollo que se incluye dentro del espectro autista. Las personas con Asperger suelen presentar problemas para relacionarse con los demás, para comprender las emociones y en muchas ocasiones para expresar las suyas. Desde el Instituto se insistió durante toda la jornada y en las posteriores que nunca se había detectado problema alguno de convivencia o adaptación del joven con el resto de sus compañeros.

Sufría acoso escolar

Sin embargo, fueron precisamente los alumnos de su curso los que durante la jornada detallaron cómo el joven había sufrido acoso escolar y que el día anterior fue protagonista de una broma de mal gusto que no supo gestionar. Una broma con agua caliente que no fue más, según esas mismas fuentes, que el punto de inflexión de una situación de agobio que llevaba padeciendo mucho tiempo. El menor agresor era uno más de los 686 alumnos del IES Elena García Armada, un instituto nuevo, con apenas dos años de andadura desde su inauguración. “Es tranquilo y aplicado. No habla en clase y siempre está callado. Se solía quedar solo en el recreo y había compañeros que hacían bromas de él, se metían precisamente porque andaba solo siempre”, explicó otra compañera. Pese a todo, la directora del Instituto, Rosario Coca, negó que el centro estuviese aplicando cualquier protocolo de acoso. “No había problemas de convivencia”.

El viernes los adolescentes regresaron al instituto con el gesto descompuesto. Algunas madres contaron a los medios de comunicación cómo habían pasado sus hijos las horas anteriores. “Me dice que está bien, pero yo sé que no es verdad. Le he estado observando y se queda ausente, con los ojos vacíos. Tengo miedo de que no pueda sacarse esas imágenes tan terribles de la cabeza”. El relato era de la madre de uno de los adolescentes de 16 años que presenció las agresiones. El menor detenido declaró el viernes en la Fiscalía de Menores, acompañado de sus padres y un abogado. Tras escucharle, el juez decretó a petición del fiscal el internamiento en un centro cerrado de forma cautelar, a la espera de que finalice la investigación policial y se pueda celebrar el juicio. La fiscalía ha encargado un informe psiquiátrico forense para determinar la intencionalidad de la acción. Además un equipo técnico, integrado por un psicólogo, un trabajador social y un educador, preparará una propuesta de medidas para el joven.

Los profesores fallaron

A pesar de que tanto la dirección del centro, como los responsables de la consejería de Educación negaron rotundamente cualquier indicio de acoso escolar, los compañeros de clase y los padres de estos insistieron en reproducir episodios que eran conocedores para todos. “Mi hija me contaba cómo ese niño jugaba siempre solo en el patio con el táper. Si yo lo sabía, cómo no lo iban a saber los profesores. Está claro que fallaron”, denunció una de las madres. Unos episodios de acoso que la asociación nacional de Asperger España señaló como “habituales” en más del 90 % de los adolescentes diagnosticados. “Lo que no se puede ni debe de hacer es relacionar Asperger con violencia” advirtieron. La reacción violenta en una persona “se explica siempre por experiencias personales vividas y por factores claves de su entorno próximo”. Por eso, insistieron, es incorrecto y peligroso asociar el que una persona diagnosticada con Asperger es una persona violenta. 

Fuentes de la investigación aseguraron que en el momento en el que los primeros policías accedieron a la clase en la que el adolescente ya había sido reducido por otros profesores, el joven se derrumbó y les dijo: “No puedo más”. Esas mismas fuentes aseguraron que iban a buscar a esos menores que en declaraciones a los periodistas aseguraron que el joven advirtió a dos de sus compañeros de clase, el día anterior, que mejor no fueran al colegio al día siguiente y se quedaran en casa porque pasaría algo. En los últimos años, han sido varios los ataques con arma blanca sucedidos en centros escolares españoles. En 2015, un joven de Barcelona mató a un profesor e hirió a otras cuatro personas tras asaltar el centro con una ballesta y un arma blanca. En 2017, otro menor sembró el pánico en un colegio de Alicante tras herir con un cuchillo a cinco alumnos. Y en 2019 otro chico hirió a su profesora en Valencia, también con un arma blanca. La Fiscalía General del Estado ya trasladó en su memoria del 2022, publicada este septiembre, la preocupación unánime ante el “incremento y auge de todo tipo de conductas cada vez más violentas” cometidas por niños y adolescentes. Y entre las propuestas, solicitó que se controle la venta de armas cortantes a los menores de edad. 
 

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