Hoy viernes, a las ocho de la mañana, me he bajado el Tinder. Y al empezar a usarlo he visto que solo me aparecían mujeres. Mi amigo J.L. me ha explicado que debía acudir a los filtros para que solo me salieran hombres. Así lo he hecho y las fotografías de cientos de tíos han desfilado ante mis narices previo pago de una cantidad que no voy a desvelar.

No sé si el Tinder es gratuito o no, pero he caído en sus redes de una manera muy tonta y me he hecho socio por seis meses. Soy Tinder Gold. Y estoy aprendiendo mucho de ‘matches’ y demás pijadas.

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En el Tinder salgo con fotos mías, entre ellas la que colgué en Instagram luciendo cacho para una promo de ‘Supervivientes’. Pero, ¿por qué he llegado al Tinder? Ahí voy.

Estando en el aeropuerto de Phuket hablo con un amigo y le explico las dificultades que tengo siendo famoso para darle salida a mi cuerpo moreno. Él me habla de una aplicación VIP para ligar, y no ese saco de perfiles falsos en las que se han convertido las demás. Para entrar, te tienen que invitar y que la plana mayor de los que están dentro te acepten. “Siendo tú quién eres –me dice–, no tendrás problema. Te hago la gestión y te cuento”.

20 días después le llamo para preguntar y me contesta: “No te han aceptado porque no dejan entrar a gente que trabaje en la televisión relacionada con programas de corazón. Es que muchas y muchos de ellos están casados”. Vaya, hombre. Defiendo en la tele la libertad, el amor libre, la infidelidad como elemento que oxigena a una pareja, los tríos y las orgías y resulta que no me dejan entrar por dedicarme a lo que me dedico.

Resulta que mientras yo presento ‘Sálvame’, actores, actrices, empresarios, empresarias, futbolistas, cantantes y elementos de altos vuelos en sus respectivos campos dan rienda suelta a sus deseos. Existe una realidad paralela donde la lujuria campa a sus anchas que tengo vedada por mi trabajo.

De ahí que, un poco cansadito del Grindr, haya decidido bajarme el Tinder porque es como más fino y creo que me dará menos vergüenza quedar con alguien porque es menos evidente.