Me hubiera gustado que ganase Carlos Lozano. El discurso de Laura me parecía monocorde, demasiado unidireccional, falto de aristas. Soso, en una palabra. Y a veces machista y otras retrógrado. Le salva su juventud pero me asusta que gente tan joven como ella (veintitrés años) sea tan conservadora. Entiendo que ganara: su discurso es emocional, de piel, muy visceral. De verdad o, mejor dicho, de su verdad. Y como su verdad ha calado debemos felicitarla. Votar a Carlos como ganador significaba algo mucho más complejo. Entender que resulta imposible convivir con alguien como él pero aceptar que ha sido el elemento fundamental para que esta edición de GHVIP sea un éxito. Para Carlos Lozano debe haber sido un suplicio que una desconocida como Laura Matamoros le haya arrebatado el primer lugar. Lozano, profesional como muchos años de trayectoria a sus espaldas, ha sido derrotado por una recién llegada a “su” medio. Aceptó mal no alzarse con el premio y no lo entiendo. Él, más que nadie, debe saber que la televisión no entiende de veteranía. Es el aquí y ahora. No valen los méritos contraídos con anterioridad. La audiencia es infiel por naturaleza y es normal que así sea porque de lo contrario se pasaría la vida penando por la ausencia de sus rostros predilectos. Cuando Lozano perdió le ganaron los nervios. Mal asunto. La audiencia es infiel pero tiene memoria. Igual no entiende cómo aquel muchacho que les decía a las triunfitas “Venga guapísima, cruza la pasarela” saca ahora una vena de sobrado que no le favorece. Estoy convencido de que un vez pasado el huracán modificará esa actitud que tan poco le favoreció en la gala.