Durante algún tiempo tuve mucha relación con Nacha Guevara. De ella aprendí muchísimas cosas. Y lo sigo haciendo, porque estoy atento a todas las entrevistas que le hacen en su país. La mayoría de ellas contienen importantes lecciones de vida. Hay gente –la menos, dicha sea de paso- que me recrimina que hable tanto de animales. Voy a explicar por qué lo hago. Dice Nacha que las revoluciones tienen que hacerse siempre de abajo a arriba. No se arregla el mundo con grandes decisiones, debemos ir proponiéndonos pequeñas metas. Y a mí me parece fundamental empezar respetando a los que no tienen voz. Falta en nuestro país que los niños aprendan desde bien pequeños a cuidar y a respetar a los más débiles y desprotegidos: los animales. Hemos crecido viendo cómo nuestros mayores estampaban gatos recién nacidos contra la paredes o mataban  perros de mil y una maneras distintas, todas ellas cruentas y deplorables. Hemos sido testigos de demasiados ejemplos de actos crueles. Necesitamos con urgencia un plan educativo que luche contra el maltrato animal. Aunque sólo sea por egoísmo. Porque estoy convencido de que así, con los años, evitaremos que muchos de esos niños lleven a cabo otra clase de maltratos.

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