En cuanto comenzaron a describir a Martínez Almeida como campechano pensé: “Malo”. “Malo”, porque ese adjetivo también se lo adjudicaron a Juan Carlos I y menuda ha liado el mozo. También decían que la infanta Elena era muy campechana, pero son múltiples los testimonios que atestiguan que es un pelín borde. Pero vayamos con Almeida, que después del destrozo causado en el PP ha decidido dejar de ser portavoz del partido y dedicarse de lleno a la ciudad de la que es alcalde. A buenas horas. Ahora que todo va mal desaparezco unos días y vuelvo a lo mío. Ya. Pero es que lo suyo dejó de serlo hace tiempo. Muy lejos quedan aquellos tiempos en los que apareció en ‘El Hormiguero’ y conquistó a la audiencia. Parecía que gustaba su estampa de hombre torpón que hacía muchos chistes sobre sus propias torpezas. Desconfiad de esas falsas humildades. Esconden egos más grande que el mío, que ya es decir. No lo digo yo, lo dicen los analistas: Martínez Almeida no tiene proyecto de ciudad. Se ha dedicado a inaugurar lo que en su día proyectó el equipo de Carmena y a apagar fuegos en el PP nacional. Madrid le viene demasiado grande. La ciudad está más dejada que nunca y hasta el momento no parece que Martínez Almeida tenga el nervio suficiente para darle la vida que necesita. Madrid es uno de los mejores lugares del mundo para vivir pese a este alcalde, que pasará a la historia por despreciar a Almudena Grandes. También es verdad que Almudena se hubiera descojonado con las declaraciones del alcalde tras su fallecimiento, pero Martínez Almeida se destapó durante esos días como un ser humano con una altura intelectual bastante discutible. Tampoco pasará a la historia de este país Pablo Casado. Lo mejor que podría pasarle es que la historia lo sepultara bajo la losa del olvido. Qué bisoñez. Qué estrechez de miras. Qué bronco. Qué ruido ha generado el tío. Qué barato su discurso. Qué de lugares comunes sus intervenciones. Casado, cierre la puerta al salir. Pero con llave. Y luego la tira al Manzanares y le pide el deseo de que no tengamos que volver a escucharlo en lo que nos quede de vida. En esta época de incertidumbre lo que menos necesitamos son líderes que se dedican a fomentar el tenebrismo para conseguir sus objetivos.